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domingo, 10 de diciembre de 2017

HAY QUE MATAR A LEWIS WINTER


"Matar a un hombre es fácil. Matar bien a un hombre es difícil. "

Y en estas dos frases puede resumirse la ópera prima de Malcolm Mackay...., y es que para construir una buena novela negra no es suficiente bucear en los bajos fondos de una ciudad (Glasgow), no es suficiente poner un sicario como protagonista y no es suficiente una guerra de bandas.
Una buena novela negra ha de tener tensión, personajes bien perfilados, un par de historias secundarias que refuercen la principal y un detective, malo o bueno, pero que haga algo. De todo eso carece esta novela, hasta Glasgow se desdibuja ante tanto aburrimiento.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Matar a un hombre es fácil. Matar bien a un hombre es difícil. La gente que lo hace bien lo sabe. La gente que lo hace mal lo aprende a golpes. Aprenderlo así tiene sus consecuencias...
Un hombre de veintinueve años recibe una llamada telefónica. El motivo es una oferta de trabajo, uno más. El objetivo: Lewis Winter.
Hay que matar a Lewis Winter, el original debut del escocés Malcolm Mackay, dibuja con gran maestría y verosimilitud el sombrío panorama del mundo de la delincuencia en Glasgow. Con un estilo descarnado y directo en el que destaca la alternancia de puntos de vista, Mackay nos ofrece una novela apasionante y sobrecogedora sobre ese entramado de oscuras relaciones y ética nada convencional.

Hay que matar a Lewis Winter (fragmento)

1Todo empieza con una llamada. Desenfadada, cordial, amistosa, no se habla de trabajo. Quedáis en veros, en un lugar neutral, a ser posible público. Llame quien llame y sea cual sea el lugar de la cita, debes tomar precauciones. Anticiparte a cualquier eventualidad, no dar nada por sentado. Quizá sientas la tentación de empezar a confiar; es tentador, sí, pero erróneo. Una persona puede ser tu amiga y confidente durante veinte años y, después, volverte la espalda en un abrir y cerrar de ojos. Se dan casos así. Cualquier persona sensata tiene presente esa amarga realidad; y los insensatos acaban por descubrirla.
Sábado por la tarde, de fondo el fútbol en la radio, sentado en un sofá con un libro. El velo pintado, de Somerset Maugham, por si quieres saberlo, y lo tiene fascinado. Ha dejado de prestar atención a la radio; ya no sabe cómo va el partido. Con el paso de los años, cada vez le da menos importancia a esas cosas. Suena el teléfono —la línea fija, no el móvil— y reclama por completo su atención. Un marcador colocado sobre la línea a la que ha llegado (jamás doblar una página para señalar por dónde vas) y se levanta.
—Hola.
—Calum, ¿cómo te va, colega? Soy John Young.
—John. A mí bien. ¿Y a ti?
—Sin novedad. Hace un siglo que no te vemos por el club. Se me ha ocurrido darte un toque para ver cómo andabas. ¿Has estado ocupado?
—Bastante. A veces más y a veces menos. Ya sabes cómo es esto.