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sábado, 26 de agosto de 2017

TODO LO QUE UNA TARDE MURIÓ CON LAS BICICLETAS


RESEÑADA por Ricardo Cortat para LIBROS el 10 de Noviembre de 2013.
Leo en la contraportada: "Una treintañera regresa a casa de sus padres desorientada".
Muy desorientada, el libro debería ser una búsqueda en la historia familiar para reorientar el futuro y/o entender el pasado y en realidad es una deslavazada sucesión de recuerdos, historias, fragmentos de...? que apenas hacen que la historia avance. Eso sí, retroceder, retrocede mucho.
Vale la pena leerlo por la manera de escribir y de contar, muy interesante pero en el concepto 'voy a contar algo y que se entienda' flojea un poco.
Y ahora que me doy cuenta no he dicho el titulo. 'Todo lo que una tarde murió con las bicicletas' de Llucia Ramis.

Todo lo que una tarde murió con las bicicletas (fragmento)

I. El Norte"Es blanca, de estilo francés. Algunas baldosas se han desprendido de la fachada y su tejado de zinc soporta apenas un cielo de plomo. En el jardín, agotado por el abandono, desfallece un pequeño manzano. Los arbustos de hortensias se recuestan en la valla, corroída por el óxido, y la verja de la entrada emite un largo gemido cuando oncle Claude la abre y, levantando dramáticamente las manos, exclama:
—¡Bienvenida a Salinas!
El primo de mi madre lleva barba, un polo azul, sandalias de pescador y bermudas, fuma en pipa y se balancea como un tentetieso. Un chucho sale ladrando con una rabia ridícula. La casa conserva la belleza decadente de un pasado que permanece estival en la memoria, como si la infancia siempre fuera en bicicleta. Existe una teoría arquitectónica, nada científica, por la que todo tiende a aguantar. Faltan balaustres en las barandillas, la hiedra estruja las vigas del porche y una lagartija serpentea bajo nuestros pies, doy un brinco. La sal flota en esta tarde sin sombras, el campanario da las cuatro con un débil quejido. Es el mismo campanario que volvía loca a la madre de oncle Claude.
Dentro, los desconchones despliegan inmensas mariposas de Rorschach en las paredes que no tapan ni un magnífico espejo que ha dejado de brillar, ni un escritorio isabelino deformado por la humedad. Unas cortinas de terciopelo ajado intentan ocultar, sin éxito, las grietas en los marcos de las ventanas. Parece una casa okupa y, sentados en un par de sofás horribles años noventa de color pastel, que debió de regalarles algún vecino, los niños descalzos —los pies sucios— juegan cada uno con su Nintendo."