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viernes, 1 de diciembre de 2017

EL DOCTOR CADÁVER


Estos días lluviosos de verano, una no sabe que leer....y a veces una se embarca en ciertas novelas que aportan poco, pero entretienen mucho.
El doctor cadáver no pasará a la historia de la novela negra, ni a ninguna historia pero me ha hecho pasar el rato de forma agradable, finales del siglo XIX y una intrépida joven, con aspiraciones, que colabora con su padre, forense de la policía en Varburgo. Crímenes, misterio, anatomía forense...
Una elección piscinera o lluviosa, según se mire...¡

Sinopsis (Ed. Ediciones B)
En 1894, en la ciudad francesa de Varburgo aparece el cadáver de una joven. Uno de los médicos de la localidad, Albert Karno, conocido como el Doctor Cadáver, descubre la presencia de unos ácaros en las fosas nasales de la difunta. Karno deberá establecer la causa de la muerte, pero la familia de la muchacha y el sacerdote de la ciudad se niegan a autorizar la autopsia. Será el inicio de una serie de acontecimientos dramáticos que conducirá al médico, a su hija y al comisario del lugar hasta un convento cercano, custodiado por lobos, y los miembros de la burguesía local.

El doctor cadáver (fragmento)

I
23 de febrero-20 de marzo
1894

Cae la nieve. La nieve cae sobre el rostro de la muchacha, sobre sus mejillas, su boca y su nariz, sobre sus ojos. La muchacha podría retirarla con un simple parpadeo, pero no lo hace. Está completamente quieta en su nido de nieve, ligeramente encogida; el abrigo de pieles la cubre como un edredón.
Alrededor de ella la ciudad vive su vida vespertina, los coches de punto traquetean sobre el barrizal adoquinado de la avenida a apenas unos pasos de allí. Pero en el portal donde ella yace no hay vida.
Su hermano es quien la encuentra. Ha ido al teatro con unos amigos y luego a una sala de fiestas, y vuelve a casa contento y despreocupado, y un poco ebrio también. Por eso no entiende lo que ve; al principio.
—¿Hola? —dice al ver que hay algo o alguien echado frente a la puerta de la casa familiar. Entonces reconoce el peculiar abrigo, de astracán con el cuello de ocelote—. ¿Cici? —pregunta, porque ese es el sobrenombre cariñoso de la chica—. Cici, ¿qué haces aquí?
Y es cuando descubre por qué no parpadea, ni se levanta.
—Verdaderamente inaudito —dijo el comisario a mi padre—. Resulta difícil creer, teniendo en cuenta las circunstancias, que sea natural, pero no hay señales externas de violencia.