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miércoles, 6 de diciembre de 2017

LA PEQUEÑA JONNA


La biblioteca pública es una fuente inagotable de placeres literarios, en esta ocasión, me ha proporcionado la oportunidad de leer la primera novela publicada en castellano de la gran Kirsten Thorup; me acerqué a la novela atraída por la hermosa portada, leí la contraportada y me la traje a casa.
Acierto espectacular esta vida de Jonna y su familia, Jonna y su pueblo, Jonna y la sociedad danesa de la postguerra mundial,  que evidencia que los pobres son iguales en todas partes.
La niña Jonna nos cuenta su vida y a través de sus pensamientos conocemos la dureza de la vida rural en una Dinamarca alejada de la "sociedad del bienestar", es interesante tener tanto en común con una niña de otra época, de otro país y de diferente extracción social; es interesante saber y comprobar que los sentimientos son universales y que una gran escritora puede plasmarlos en una novela sin resultar sensiblera ni artificial.
Me ha gustado mucho¡¡¡

Sinopsis (Ed. Errata Naturae)
La pequeña Jonna nace durante la Segunda Guerra Mundial. Al comienzo de estas páginas tiene diez años y su historia nos traslada a un pequeño pueblo danés. Jonna es una observadora atenta y lúcida de la vida cotidiana: admira a su hermano mayor, se conmueve con las historias de su padre, ayuda a su infatigable madre. Gracias a su perspicacia, es capaz de percibir la hipocresía de los demás y la pobreza de su propia familia (de hecho, sufre la vergüenza de ser pobre y el miedo a caer aún más bajo debido a las malas cosechas y los desmanes económicos de la posguerra mundial). Son muchos los personajes extraordinarios que pueblan esta novela, pero destaca especialmente la hermosa y trabajadora Betty, la excepcional madre de Jonna. Decir «una mujer ejemplar» es decir muy poco: raramente se encuentran en la ficción personajes tan bien dibujados, tan vívidos como ella. Tan humana, diríamos incluso sin exageración alguna. Betty representa a todas esas mujeres que, a lo largo del siglo XX, y en medio de las guerras, o tras ellas, tuvieron que ponerse al frente de cada familia, de cada hogar, para sacarlo adelante. Risas y lágrimas, realismo e imaginación se dan la mano en este gran clásico de la literatura danesa, en el que, a través del proceso de crecimiento de Jonna y de su viaje personal hacia la madurez en compañía de su familia, Kirsten Thorup —Gran Premio del Consejo Nórdico de Literatura— consiguió reflejar los cambios de toda una sociedad.   Kirsten Thorup es una de las mejores escritoras danesas de todo el siglo XX: Gran Premio del Consejo Nórdico de Literatura.
«Hay muchas maneras de escribir bien y de un modo relevante. Sin ser melodramático: Kirsten Thorup es una de las mejores retratando lo fundamental de la vida danesa contemporánea». Erik Svendsen, Jyllands-Posten
«Sabe encontrar grandeza en lo pequeño de un modo que jamás resulta previsible o banal». Information
«Kirsten Thorup fusiona con absoluta originalidad el realismo popular de corte más amplio y el legado de las grandes novelas sociales de finales del siglo pasado, y los combina con un método particularmente estético». Litteraturmagasinet
«Introducirse en la vida diaria de las mujeres que protagonizan sus novelas es una experiencia importante: la experiencia de verse cosificado, de ser más un objeto que un sujeto, un receptor; de corrupción, de golpes, de caricias, de palabras cariñosas». Politiken

La pequeña Jonna (fragmento)

UN PIOJO ENTRE DOS UÑASCuando yo tenía diez años, mi hermano mayor tenía veintiuno. Lo quería a rabiar. Y por las noches, si pasaba miedo, me escabullía hasta su cama. Sobre todo después de ver una de esas películas prohibidas a los niños. Luego me entraban remordimientos y creía que el miedo a todas aquellas cosas horribles que acababa de ver era el castigo natural a mi violación de la ley. Él se arrimaba a la pared para dejarme sitio, pero más allá de eso no daba señal alguna de haberse percatado de mi presencia. Dormía apaciblemente y no se movía en toda la noche. Se acostaba de lado, de cara a la pared, como un enorme animal abatido. A menudo yo deseaba que me incluyera en su sueño, colarme del otro lado, en el hueco que se abría entre su cuerpo y la pared. Mi hermano tenía una espalda increíblemente ancha y cuadrada, como un muro ciego. No me atrevía a tocarla. Temía molestarlo o despertarlo sin querer. Me quedaba boca arriba, rígida como un tablón, y observaba el techo. Me maravillaba su indiferencia ante la aparición de otra persona en su cama. Y que, ni siquiera en sueños, me rozara con la rodilla, el dedo gordo del pie o el brazo. Tanto que me obligaba a mí misma a permanecer despierta, vigilándolo. Él seguía inmóvil en la misma postura hasta despuntar el alba. No creo ni que soñara.
Después de noches como aquéllas amanecía agotada. Aun así, tan pronto como oía su despertador me levantaba de un salto y me acurrucaba en mi cama, bien escondida debajo del edredón. Me sentía como si hubiera dormido destapada toda la noche y sólo en ese momento me diera cuenta del frío que había pasado.
Mi hermano dejaba sonar el despertador hasta que se apagaba. Luego daba media vuelta y se quedaba echado con los ojos abiertos. Tenía el semblante tranquilo e inexpresivo. Yo lo estudiaba con tanto interés como a una criatura llegada de otro planeta. Todos y cada uno de sus gestos y sus acciones eran misteriosos e inexplicables, como si los dictaran leyes secretas.