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domingo, 31 de diciembre de 2017

ZAPATOS ITALIANOS


"La vida es una frágil rama que se mece en el abismo" (Zapatos Italianos).
Reconozco que durante años me he resistido a leer libros de Mankell no protagonizados por Wallander, es tal la perfección del personaje que me ha resultado muy difícil "superarlo" e imaginar a Mankell escribiendo para otros protagonistas.
Esta semana he terminado Zapatos Italianos, obra de 2012, que narra la "post-vida" de Fredrik Wellin, cirujano jubilado, que ha huido de todo para vivir en una isla acompañado de un perro, un gato y un hormiguero....., visto así no anima a la lectura pero es comenzar y el universo Mankell te inunda como un tsunami ártico, te congela y descongela el corazón en una frase y "revuelve" todos tus sentimientos.
Zapatos Italianos es una novela sobre las oportunidades perdidas, la cobardía, el egoísmo, la desesperación y el amor.
Con personajes no tan alejados de Wallander, como pudiera pensarse, el autor se pasea por las relaciones familiares con una elegancia y una sensibilidad tan agudas que la historia fluye sin freno ante tus ojos y en tu mente, dejando un poso difícil de olvidar y muy difícil de digerir.
Me ha gustado muchísimo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Tusquets)
El emocionante relato de un hombre sacudido por la tragedia al que le ha llegado el momento de afrontar su propio pasado.
Fredrik Welin, médico retirado, vive solo y alejado del mundo en una isla junto a la costa sueca; pero su reclusión voluntaria se ve perturbada un día por la llegada de un antiguo amor al que abandonó en el pasado. Se trata de Harriet, quien, gravemente enferma, ha venido a pedirle que cumpla una antigua promesa de juventud: llevarla a una laguna del norte del país. Con su presencia, Harriet saca a Fredrik de la apatía en que éste vive sumido y es el detonante para que él se decida a saldar viejas cuentas con su pasado. Entre otras, el terrible secreto que lo alejó de la profesión y por el que decidió huir del mundo, o el conocimiento de Louise, la hija que Harriet tuvo de él y cuya existencia le había ocultado. Los vínculos que se establecen entre padre e hija mientras cuidan de Harriet durante su lento y doloroso final ayudarán a Fredrik, al tiempo que expía su propia culpa, a recuperar la capacidad de vivir sin esconderse de la realidad.

Zapatos italianos (fragmento)
"Entré y comencé a registrar metódicamente el interior de la caravana. Pese a ser tan pequeña, contenía una sorprendente cantidad de espacios de almacenamiento. Louise lo mantenía todo en perfecto orden. Le gustaba vestir prendas de color castaño, a veces de un rojo apagado, principalmente los colores de la tierra.
En un pequeño cofre rústico que llevaba la fecha de 1822 pintada sobre la tapa encontré, para asombro mío, una gran cantidad de dinero. Billetes de mil y de quinientas que sumaban un total de cuarenta y siete mil coronas. Después seguí revisando unos cajones que contenían documentos y cartas. Lo primero que encontré fue una fotografía firmada de Erich Honecker. En el reverso decía que había sido tomada en 1986 y que la había enviado la embajada de la República Democrática Alemana en Estocolmo. En el cajón había además otra serie de fotografías, todas ellas firmadas. De Gorbachov, de Ronald Reagan, así como de lo que supuse eran dignatarios de estados africanos a los que yo no conocía. Asimismo, hallé la instantánea de un primer ministro australiano cuyo nombre no pude descifrar.
Continué mi revisión con el siguiente cajón, que estaba lleno de cartas. Tras haber leído cinco de ellas, empecé a intuir a qué se dedicaba mi hija. Escribía cartas a los líderes políticos de todo el mundo para protestar por su modo de tratar tanto a sus ciudadanos como a las personas de otros países. En cada sobre había una copia de la carta que ella misma había enviado, escrita con su abigarrada caligrafía, y la respuesta recibida. A Erich Honecker le había escrito, en inglés y con tono apasionado, que el muro que dividía Berlín era una vergüenza. La respuesta a aquella carta había sido una fotografía en la que Honecker aparecía sobre un podio saludando a una borrosa masa popular. En otra carta, Louise le decía a Margaret Thatcher que debía tratar con decencia a los mineros del carbón que estaban en huelga. No hallé ninguna respuesta de la Dama de Hierro. O, al menos, el sobre estaba vacío, salvo por la fotografía de la mencionada dama blandiendo el bolso. Pero ¿de dónde había sacado Louise el dinero? No conseguí averiguarlo. "

sábado, 30 de diciembre de 2017

BOTAS DE LLUVIA SUECAS


He terminado esta mañana la última novela de Henning Mankell y todo el día he estado meditando que escribir sobre ella.....
En Botas de lluvia suecas el protagonista que conocimos en Zapatos Italianos tiene 8 años más y los mismos problemas, soledad, egoísmo, remordimientos, incapacidad de expresar sus sentimientos y un deseo irracional de "arreglarlo todo" en la última fase de su vida. Si todo es...to no fuese suficiente su casa se incendia y aquí se inicia una "trama" con claras reminiscencias "wallanderianas" de investigación, sospechas y muertes en cadena.
Escrita con la maestría habitual de Mankell es una novela en la que los temas importantes son personales pero tangencialmente se vuelven sociales, resultando una crítica contundente de una sociedad que quiere encerrarse en si misma y achaca todos sus problemas a lo que "llega de fuera" sin analizar que desde dentro, a veces, acecha lo peor.
Nuestro protagonista quiere unas botas de lluvia SUECAS y al final las consigue......
Muy recomendable.

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Una entrañable narración sobre las ganas de vivir, y de enamorarse, en el otoño de la vida.
Una noche de otoño, Fredrik Welin —el protagonista de la exitosa novela Zapatos italianos— se despierta cuando un incendio arrasa su casa. A sus sesenta y nueve años, este solitario médico jubilado sale penosamente de entre las llamas, calzado con unas botas de lluvia (pero ambas pertenecen al pie izquierdo). Sólo quedan, a la mañana siguiente, unas ruinas malolientes: ha perdido su casa y todas sus pertenencias, y tiene que mudarse a un remolque, una caravana que pertenece a su hija. Cuando por el archipiélago se extiende el rumor de que él mismo ha provocado el fuego, la policía lo interroga, sin llegar a acusarlo. De pronto, Louise, la hija de Fredrik, viaja hasta la isla por motivos misteriosos. Todos esos acontecimientos sumen en el desconcierto a Fredrik, que ese otoño ve como se acerca a la vejez, también a la muerte, y desea saldar todas sus cuentas con la vida. Sin embargo, al conocer a Lisa Modin, una periodista que trabaja para el diario local y que investiga el incendio, se despiertan en él sentimientos que llevaban mucho tiempo muertos. Cuando en Nochevieja decide celebrar una fiesta a la que invita a sus amigos, se desata un incendio en otra casa del archipiélago.

Botas de lluvia suecas (fragmento)

1
Mi casa se quemó una noche de otoño hace casi un año. Fue un domingo. Había empezado a levantarse viento a primera hora de la tarde. Al anochecer pude ver en el anemómetro que las ráfagas de aire superaban los veinte metros por segundo.
El viento era del norte y muy frío a pesar de que aún estábamos a principios del otoño. Cuando me acosté a las diez y media, pensé que esa era la primera tormenta otoñal que cruzaba la isla que había heredado de mis abuelos maternos.
Otoño, pronto invierno. Una noche, el agua del mar empezaría a helarse lentamente.
Era la primera vez ese otoño que me metía en la cama con calcetines. El frío lanzaba su primera embestida.
El mes anterior había arreglado el tejado haciendo un gran esfuerzo. Fue un trabajo enorme para un pequeño artesano. Había muchas tejas viejas y rotas. Mis manos, que una vez sujetaron bisturís en complicadas operaciones quirúrgicas, no estaban hechas para manejar ásperas tejas.
Ture Jansson, que había sido cartero aquí fuera, en las islas, durante toda su vida profesional, pero ya estaba jubilado, se había encargado de transportar las tejas nuevas desde el puerto. No quiso ni siquiera cobrar por ello. Como yo he instalado una consulta improvisada en mi cobertizo para ocuparme de todos los achaques imaginarios de Jansson, quizá pensara que debería devolverme el favor.
Durante todos estos años he examinado abajo, en el embarcadero junto al cobertizo, sus supuestos dolores de brazos y espalda. He alcanzado el estetoscopio colgado de un señuelo para cazar eíderes y he constatado que sus pulmones y su corazón sonaban como debían. En todos esos reconocimientos repetitivos, Jansson siempre ha demostrado encontrarse en perfectas condiciones. Su miedo a enfermedades imaginarias ha sido tan exagerado, que yo, durante los muchos años que ejercí de médico, nunca vi nada parecido. Ha sido cartero y, además, hipocondriaco a tiempo completo.

jueves, 24 de agosto de 2017

HUESOS EN EL JARDÍN


Decima entrega de la serie protagonizada por el Inspector Kurt Wallander (no sigue la cronología, transcurre en 2002)

Entre la nostalgia y el arrepentimiento termino Huesos en el jardín, ese libro que no debería haber leído pero....no me he podido resistir a leer.
Novela corta del inspector Wallander que me hace añorar todos los casos no resueltos, todos los cabos no atados, todos los momentos no vividos, las oportunidades perdidas y me confirma que cuando algo se acaba es mejor "dejarlo estar"......
Para fans irreductibles¡¡¡

Huesos en el jardín (fragmento)

1
"El sábado 26 de octubre de 2002, el inspector Kurt Wallander se sentía muy cansado. Había sido una semana terrible, debido a la gripe devastadora que había causado estragos entre el personal de la comisaría de policía de Ystad. Wallander, que siempre era el primero en contagiarse, había sido en esta ocasión, por alguna razón insondable, uno de los pocos que no cayó enfermo. Dado que aquella semana habían tenido un caso de violación en Svarte y varios de agresión grave en Ystad, tuvo que emplearse a fondo y durante muchas horas.
Estuvo ante el escritorio hasta bien entrada la noche del sábado. Tenía la cabeza demasiado cargada para trabajar, pero no le apetecía lo más mínimo irse a su casa, en la calle de Mariagatan. Al otro lado de la ventana de la comisaría soplaba un fuerte viento racheado. De vez en cuando se oía a alguien por el pasillo. Wallander confiaba en que no llamaran a su puerta. No quería que lo molestaran.
Que lo molestaran... ¿con qué?, se preguntaba. «Puede que mi mayor deseo sea que no me moleste mi propio yo, esa sensación creciente de desazón que me acompaña últimamente.»"