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miércoles, 6 de diciembre de 2017

TIRANA BLUES


Empecé esta novela negra albanesa con buenas vibraciones pero estas se han ido esfumando a medida que avanzaba la trama, espesa, repetitiva, profunda, negra pero del "negror" del fango....., no acaba de cuajar en policíaca y el ambiente es gris, muy gris, demasiado gris para "enganchar".
Seguramente volveré a leer a Kongoli porque no escribe mal y Albania es una desconocida para mi, pero esta primera experiencia no ha sido tan prometedora como esperaba.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Fatos Kongoli, uno de los máximos representantes de las letras albanesas, muestra en Tirana Blues la crudeza de una sociedad que trata de librarse de sus demonios.

Dos historias de amor interrumpidas. El cadáver abandonado de un joven. Un inspector que intenta atrapar a los asesinos. Con estas líneas argumentales, con personajes y escenarios diversos, intelectuales y mafiosos, la capital y la periferia, Fatos Kongoli crea una novela, a veces burlona, que ahonda en la realidad contemporánea de su país, un presente en el que las calamidades y el infortunio ya no sorprenden a nadie.
Tras las cinco novelas del ciclo «Las cárceles de la memoria», entre las que se encuentran Una nulidad de hombre, El sueño de Damocles y Piel de perro, publicadas por Siruela, que auparon al autor a la élite de las letras albanesas, Kongoli vuelve a sorprendernos con este libro extraordinario. Los lectores hallarán en las páginas de Tirana Blues todo un mundo cargado de dolor y amargura por la inconcebible degradación de una sociedad que trata desesperadamente de librarse de sus propios demonios.

Tirana Blues (fragmento)

1Acababa de introducirse en el agua caliente de la bañera, con la cabeza embotada, cuando en su teléfono móvil sonó el motivo de la Quinta sinfonía de Beethoven. Su número lo conocía muy poca gente. Lo había cambiado por tercera vez hacía un par de semanas, conservando la señal sonora. En su círculo más íntimo a nadie le extrañaba ya que no consiguiera aguantar demasiado sin cambiar de número de móvil. Ni que, cada vez que lo cambiaba, conservara como señal el motivo del Destino, lo que achacaban a su natural supersticioso. Era notorio el nerviosismo que lo embargaba al percatarse de que su número de móvil lo conocía alguien ajeno a su círculo más estrecho, aunque la filtración, como él la llamaba, no le acarreara consecuencia alguna. No era ministro ni primer ministro. Era un simple profesor de historia que publicaba algún que otro artículo en los periódicos y que, en algunas ocasiones, era invitado a opinar sobre determinados acontecimientos históricos en televisión. De modo que su reciente manía de cambiar a menudo y sin razón de número de móvil era admitida como una especie de rara enfermedad suya, desconocida hasta entonces, aunque él, molesto, no se cansara de repetir que el mal procedía de alguno o de alguna de sus allegados. Pese a todas sus recomendaciones, y como si lo hiciera a propósito, ese alguien aireaba su secreto.
Se hundió aún más en el agua. Se cubrió por completo de espuma y cerró los ojos. El motivo de la Quinta sinfonía emitido por el móvil, que había dejado muy cerca sobre un asiento de plástico, atravesaba el reducido espacio intermedio e impactaba directamente en sus tímpanos. Se sumergió entonces por completo, sin dejar fuera ni la punta de la nariz ni el extremo de las orejas. Con la cabeza embotada y envuelto en un húmedo aturdimiento, sintiendo los latidos de su corazón y el batir de sus sienes, contuvo la respiración hasta que no pudo más. De continuar sumergido en el agua corría el peligro de que le estallaran el corazón y las venas de las sienes. Emergió de entre la espuma, respiró hondo y abrió los ojos. Entonces comprobó que la persona que le llamaba a aquella hora de la mañana seguía insistiendo con el convencimiento de que sería incapaz de resistir la tentación de saber, al menos, de quién se trataba. Pero, a este respecto, el otro o la otra se equivocaba.