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viernes, 22 de diciembre de 2017

EL SILENCIO DE LA CIUDAD BLANCA


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por el Inspector de policía Unai López de Ayala, apodado Kraken, que trabaja en Vitoria (España)

Termino esta larguísima novela que me ha mantenido entretenida y aburrida, a partes iguales, durante la última semana.
Intuyo desde el principio la intención de la escritora de "construir" una historia detectivesca "a la nórdica": mucha descripción de personajes, vida personal, lugares emblemáticos, el pasado que vuelve, familias marcadas, policías "carismáticos"...., nada que objetar hasta ahí........, peeeeero una buena novela detectivesca (el género negro le queda muy lejos) ha de tener algo más, ritmo, tensión, personajes que impacten y lleven al lector de la mano hacia un final inolvidable.
De todo eso carece El silencio de la ciudad blanca, comienza con una trampa (no digo mas) y continúa llenando páginas hasta extenuar al lector con datos y más datos prescindibles, una desea que se resuelva ya, para terminar con la novela, aunque el asesino en serie que asola Vitoria quede impune por los siglos de los siglos.
Mención aparte merece el estilo narrativo de la autora, sencillo lo califican en alguna reseña que he leído, yo lo calificaría, en algunos pasajes, ñoño y relamido:
"....tenia demencias cruzadas..." pág.. 166
".....con sus mallas blancas y sus zancadas de pronadora...." pág.. 167
"....calzándose los slip blancos en el asiento del copiloto...." pág.. 176
Podría seguir con frases del estilo pero seria reiterativo; renuncio a describir los encuentros sexuales del protagonista consigo mismo y otras personas, renuncio también a reproducir diálogos que serian hilarantes y jamás tendrían lugar en el mundo real y renuncio a leer nada más de esta autora.
Si puedo decir algo bueno, es que Vitoria es menos desconocida para mí, creo....!!!

Sinopsis (Ed. Planeta)
«Una ciudad aterrorizada por el regreso de unos asesinatos rituales. Un experto en perfiles criminales que esconde una tragedia. Un thriller hipnótico cuyas claves descansan en unos misteriosos restos arqueológicos»
Tasio Ortiz de Zárate, el brillante arqueólogo condenado por los extraños asesinatos que aterrorizaron la tranquila ciudad de Vitoria hace dos décadas, está a punto de salir de prisión en su primer permiso cuando los crímenes se reanudan de nuevo: en la emblemática Catedral Vieja de Vitoria, una pareja de veinte años aparece desnuda y muerta por picaduras de abeja en la garganta. Poco después, otra pareja de veinticinco años es asesinada en la Casa del Cordón, un conocido edificio medieval.
El joven inspector Unai López de Ayala —alias Kraken—, experto en perfiles criminales, está obsesionado con prevenir los crímenes antes de que ocurran, una tragedia personal aún fresca no le permite encarar el caso como uno más. Sus métodos poco ortodoxos enervan a su jefa, Alba, la subcomisaria con la que mantiene una ambigua relación marcada por los crímenes… El tiempo corre en su contra y la amenaza acecha en cualquier rincón de la ciudad. ¿Quién será el siguiente?
Una novela negra absorbente que se mueve entre la mitología y las leyendas de Álava, la arqueología, los secretos de familia y la psicología criminal. Un noir elegante y complejo que demuestra cómo los errores del pasado pueden influir en el presente.

El silencio de la ciudad blanca (fragmento)

PRÓLOGOVitoria, agosto de 2016
Las cámaras de televisión se obsesionaron con acosar a mi cuadrilla. Necesitaban un titular y estaban convencidos de que mis amigos podrían dárselo. Los siguieron por toda Vitoria desde que saltó la noticia de que el asesino me había disparado: a partir de aquel momento, no hubo descanso para nadie.
A primera hora, apostados en las entradas de sus portales. Y por las tardes, cuando quedaban en el Saburdi de la calle Dato, a tomar unos pinchos en silencio. Pero aquellos días nadie tenía ganas de hablar, y la presencia impenitente de los reporteros no ayudaba.
—Sentimos lo que le ha ocurrido al inspector Ayala. ¿Vais a ir a la concentración de esta tarde? —les preguntó un periodista, mientras agitaba un periódico frente a ellos con la noticia en primera plana y mi imagen ocupando casi más que el titular.
El tío grandote y moreno que intentaba sin éxito ocultar su rostro de las cámaras era yo, días antes del disparo.
Mis amigas bajaron la cabeza, mis amigos dieron la espalda al cámara.
—Estamos en shock —se arrancó por fin Jota, apurando su vino tinto—. La vida no es justa, no es justa.
Tal vez creyó que sería suficiente para que los dejaran en paz, pero entonces los reporteros vieron a Germán, mi hermano, imposible de ignorar con el metro veinte de estatura con que le castigaba su enanismo. Germán intentó escabullirse hacia los aseos. El reportero, con el ojo ya curtido en mil exclusivas, avisó a los cámaras en cuanto lo reconoció.