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miércoles, 23 de agosto de 2017

CUANDO TODO CAMBIÓ


La protagonista de Cuando todo cambió, cree que un incidente, una llegada, un hombre, cambiaron su vida y la de su familia.
Realmente los secretos, el silencio y la huida cambiaron a todos.
Una historia familiar con todos los tópicos que un pueblo pequeño puede aportar, y aquí está la novedad, el ritmo de la novela, la narración en flashback controlada y una sensación de "verdad" que trasciende la historia y nos impulsa a seguir las desventuras de la familia Ward hasta que todo cambia y todo sigue igual¡
Creo que nuestro amigo Juan Font Osaba recomendó esta novela hace unas semanas y se lo agradezco, he disfrutado¡

Efectivamente, aquí está la opinión de Juan Font:

RESEÑADA por Juan Font Osaba para LIBROS el 8 de Junio de 2013.
He leído “Cuando todo cambió” de Donna Milner.
La novela, de género dramático, se sitúa en una granja al sur de Canadá, muy cerca de la frontera con EEUU, en la segunda mitad del siglo XX. Una familia con tres hijos y una hija verán alteradas sus vidas cuando llega a trabajar River, un joven americano que huye de su país por estar en contra de la... guerra de Vietnam. Muchas cosas van a ocurrir contadas por la hija que es la protagonista. Anoto dos frases que centran el fondo de la historia: “Esta familia nunca se pelea, no usa la palabras como armas. Usa el silencio. Y hiere igual o más. Dejáis que lo que os agobia, que no os decís los unos a los otros, se interponga entre vosotros” y otra que dice “Es que los secretos hacen más daño que la verdad”.
En ningún momento decae el interés mientras se van alternado sucesos del pasado con el presente hasta llegar a un final muy emocionante. Me ha gustado.

Cuando todo cambió (fragmento)

"Vino a pie. Como un espejismo, surgió entre las oleadas temblorosas de calor, por la carretera de tierra serpenteante que conducía hasta nuestra puerta. Lo vi desde las sombras del porche. Yo tenía catorce años aquel caluroso día de julio de 1966,y cumpliría los quince en menos de un mes. Me apoyé en el quicio de la puerta de entrada del porche y entrecerré los ojos hacia el sol, mientras los últimos restos de agua chorreaban del rodillo para escurrir la ropa que tenía delante. Fuera, la colada de toda la semana colgaba floja e inmóvil de las tres cuerdas para tender que atravesaban el jardín. Las sábanas, de un blanco hiriente a la intensa luz del sol, creaban un telón de fondo para la ordenada procesión de los atuendos de nuestra familia. Mi madre estaba de pie en la plataforma de madera de la colada, con la boca llena de pinzas para tender, de espaldas a la carretera. Se agachó y cogió una camisa de tela vaquera del cesto de mimbre que tenía a sus pies, sacudió la prenda con un chasquido de tela húmeda y la colgó de la cuerda.
Aquel día había algo distinto en mi madre. Cuando hacía la colada normalmente llevaba un pañuelo atado con un nudo enrollado en medio de la frente. Aquella tarde se había sujetado el pelo con pasadores y peinetas. Unos rizos rubios rebeldes y unos sencillos pendientes se escapaban en torno a su rostro, y por la nuca. Pero eso no era todo. Estaba alterada, incluso sofocada. Yo estaba segura de que se había puesto  un poco de colorete Avon en las mejillas. Antes la había sorprendido mirándose la cara mientras metía los vaqueros de mis hermanos en el rodillo."