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lunes, 1 de noviembre de 2021

SABER PERDER


 

He pasado unos días sumergida en la historia de Sylvia, su familia, sus amigos y sus amores, maravillada por la sensibilidad con que Trueba aborda la adolescencia, la juventud, la madurez y la vejez entrecruzando historias y sentimientos. He disfrutado de la narración de la vida, de las vidas y me he emocionado con las personas que pueblan esta novela, tan débiles, tan fuertes, tan humanas.

Muy recomendable🌞🌞🌞

Sinopsis (ed. Anagrama) 

Sylvia cumple dieciséis años el día en que comienza esta novela. Para celebrarlo organiza una falsa fiesta que sólo tiene un invitado. Horas después sufrirá un accidente que, aún no lo sabe, significará su brusca entrada en la vida adulta. Su padre, Lorenzo, es un hombre separado que trata de tapar los agujeros que el abandono de su mujer y el fracaso laboral han causado en su rutina. Ariel Burano es un joven jugador de fútbol que deja Buenos Aires para fichar por un equipo español. La caja de los triunfos no parece difícil de abrir para su superdotada pierna izquierda y será cuestión de tiempo que el estadio coree su nombre. El anciano Leandro, en cambio, es precisamente tiempo lo que no tiene. Está en esa edad, como le dice un conocido, en la que uno asiste a más entierros que nacimientos, cuando ya casi nada se construye y casi todo se derrumba. Éstos son los cuatro personajes principales de Saber perder. Con las relaciones entre ellos se trenza un apasionante relato de supervivientes, de poderosa pegada narrativa y rico en matices. Una mirada inteligente, capaz de extraer humor y emoción en cada curva del camino, pero que reivindica, por encima de todo, la maravillosa aventura de vivir. Ésta es la tercera novela de David Trueba tras su irrupción con Abierto toda la noche, que Der Spiegel definió como «una orgía de carcajadas», y Cuatro amigos, un libro que vive un idilio continuado con los lectores desde que fue publicado en 1999.

Saber perder ha obtenido el Premio de la Crítica, por unanimidad. Antes fue elegida por los críticos de El Cultural de El Mundo mejor libro del año 2008.

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lunes, 8 de enero de 2018

TIERRA DE CAMPOS


RESEÑA DE CLARA GLEZ para LIBROS, 3 de Agosto de 2017.
Tierra de Campos – David Trueba
El traslado de los restos de su padre, hasta el pueblo de donde procedía, es el hilo conductor de esta novela, donde el protagonista va descubriéndose a sí mismo, va descubriendo su vida, sus recuerdos, sus amores, las relaciones con todos los que le rodearon, y todo esto a través de la música, de las canciones que fue componiendo a lo largo de su vida.
Los recuerdos van surgiendo como punteos de la guitarra que desde niño le acompañó en su vida, que lo fue relacionándolo con amigos, familia, amores, amantes…
Todo va volviendo a la memoria, va dando sentido a su vida, a sus raíces. Como dice en una frase que la tomé para mí : “el pasado está posado sobre nosotros como el polvo sobre los muebles".
Hay reseñas magnificas sobre esta novela, casi no me atrevo a escribir sobre ella, leí en un suplemento dominical que el autor sabia explicarnos como colocar nuestros sentimientos en una especie de tablero, a veces los colocamos en casillas acertadas , otras veces en las fallidas, pero , y esto forma parte de mi opinión, jugamos con las cartas que tenemos en la mano en cada momento. Quizás por eso me identifique tanto con ese recorrido emocional. Al fin y al cabo todos tenemos un pasado, y citando otra frase esta vez de Fayad Jamis, “ si no puedes soñar, golpea los baúles polvorientos”
Sinopsis:
El narrador, un célebre cantante llamado Dani Mosca, tiene que cumplir la última voluntad de su difunto padre de ser enterrado en su pueblo, en la comarca castellanoleonesa de Tierra de Campos. El traslado del cadáver, que realiza en un coche fúnebre conducido por un ecuatoriano charlatán, Jairo, la inhumación y el reencuentro con los protagonistas de su infancia (como Jandrón, un hallazgo), funcionan como el cañamazo en el que se va bordando la andadura vital de Dani.
Ese trayecto por carretera comporta un retroceso en el túnel del tiempo, la rememoración desde los años infantiles permite ir configurando la personalidad del narrador alrededor de cuatro líneas de tensión entrecruzadas: su relación con sus padres y el descubrimiento de un secreto bien guardado que sacude sus cimientos, la revelación de la música como un lenguaje liberador, el valor incalculable de la amistad y la fuerza arrebatadora (y destructiva) del amor. Estos nervios se refuerzan entre sí para ir armando una trama densa y verosímil en torno a la banda que forman los tres amigos que se conocieron en la escuela y que, ya famosos, seguirán juntos hasta que la desdicha acuda a su cita: Gus, el gay chispeante que rebosa ingenio y coraje, Animal, el batería tosco y jovial, y el propio Dani.


Esta es la opinión de LIBROS sobre esta novela:

“Papá, y la palabra resonaba al fondo de la cueva de mis recuerdos. Papá, y era mi voz. Papá, despierta, y luego era la voz de mis hijos. Oto, vamos, despierta” Así comienza Tierra de Campos y así, con esa aparente sencillez narrativa, me he sumergido en la vida de Dani Mosca, músico, hijo, padre, pareja, amante.....
Lo mejor que he leído de Trueba, hasta el momento.
Me ha gustado mucho!!


Sinopsis (Ed. Anagrama)
Con el objetivo de enterrar a su padre en el pueblo donde nació, Daniel emprende un viaje en un vehículo muy particular, un coche fúnebre, conducido por un chófer ecuatoriano, pintoresco y charlatán, de la mejor estirpe cómica. ¿Quién es de verdad Dani Mosca? Quizá, como sostiene él mismo, es sólo un tipo que hace canciones, sobre todo canciones de amor. Pero es también el niño que creció en un barrio humilde; que encontró la amistad más profunda de esa manera accidental en que uno encuentra las grandes cosas de la vida; que viajó y disfrutó de su oficio en la música hasta que la tríada clásica de los excesos (sexo, drogas y rock and roll) desintegró el grupo que había formado con sus amigos del alma; y cuya vida se sostuvo en un equilibrio precario pero resistente entre el deseo y la realidad.
Ésta es una novela que a ratos se lee como una canción. Contiene la visión personal de un tiempo y unos lugares en los que Dani Mosca se construyó una identidad propia a fuerza de ideales y sueños, y también de algunos autoengaños y mentiras. Un viaje profundo e intenso, sensible y directo, donde se perciben las huellas y las cicatrices del paso del tiempo. David Trueba vuelve a desplegar, bajo una estructura poderosa y zigzagueante, hecha de hilos que se entrelazan, su prodigioso pulso narrativo para proyectar una mirada aguda y reflexiva sobre las paradojas y las perplejidades que rodean nuestra existencia y adentrarse con lucidez en el laberinto de los afectos y los sentimientos. El resultado es un libro deslumbrante en cada una de cuyas páginas palpita la vida.

Tierra de Campos (fragmento)

todos conocemos el final
Todos conocemos el final. Y el final no es feliz. Es curioso este cuento, porque sabemos el desenlace pero ignoramos el argumento. Somos visionarios y ciegos al mismo tiempo. Sabios y estúpidos. De ahí nace ese malestar que todos compartimos, esa sospecha que nos hace llorar en un día gris, desvelarnos a medianoche o inquietarnos si la espera de un ser querido se alarga. De ahí nace la crueldad desmedida y la bondad inesperada de los humanos. De ahí nace todo, de conocer el final pero no el cuento. Extrañas reglas de juego que ningún niño aceptaría. Ellos piden que no les cuentes el final. Ignoran que conocer el final es lo único que te permite disfrutar del cuento.

Hay un coche de muertos a la puerta de casa.
Papá, y la palabra resonaba al fondo de la cueva de mis recuerdos. Papá, y era mi voz. Papá, despierta, y luego era la voz de mis hijos. Oto, vamos, despierta. Yo dormía. Y cuando duermes te sumerges en un pozo oscuro y profundo donde el tiempo es todos los tiempos acumulados. Eres entonces el niño y el adulto, todo un yo completo sin transcurso, soy Dani Mosca en trescientos sesenta grados a la redonda. Despertar es situarte en el lugar indicado del calendario, volver a la marca. Pierdes entonces el privilegio de abrazar fantasmas, de desplazarte por la autopista invisible de los sueños, donde nadie te multa porque no está limitada la velocidad y las indicaciones llevan a ninguna parte y a todas partes.
Y en la mejilla los besos de mi hijo. Ryo seguía besándome sin importarle cumplir años. Tenía nueve y daba besos de nueve años, dulces, húmedos, largos. Maya se sentó en el colchón, noté su peso cerca de los pies. Ya no me besaba tanto. Para ella los besos empezaban a ser cosa de niños. Y no hay cosa que más deteste una niña de doce años que las cosas de niños. ¿Por qué sucede siempre así, que uno de niño tiene prisa por hacerse mayor? El verano pasado miré a mis hijos jugar felices con la arena de la playa y pensé: ¿cuándo dejamos de hacer castillos al borde del mar? ¿Cuándo cometemos ese error?

miércoles, 29 de noviembre de 2017

MADRID, 1987


Me gustaría saber quien ha dicho a los autores y editores que a los lectores nos gusta leer novelas que no son novelas....
Seguramente David Trueba escribe bien y, además, tiene ideas para escribir una novela, pero editar un guión de una película como novela, me parece una engañifa propia de gente sin talento ni fundamento.
Banal, pretencioso y artificial, os lo digo yo que he vivido los 80, no tan joven como la protagonista (pero casi) y, por supuesto, no tan vieja, pesada, frustrada y patética como el protagonista. Total un guión con pretensiones que ha conseguido que, por supuesto, no piense ni en ver la película, ni en leer más "novelas" de David Trueba.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
En un caluroso fin de semana de julio de 1987, con la ciudad de Madrid desierta, Miguel, un veterano articulista, temido y respetado, se cita en un café con Ángela, una joven estudiante de primer curso de Periodismo. Obligados a convivir en una jornada muy particular, ambos tratarán de sobrevivir al roce del deseo. Como dos trenes, sus personalidades chocan frontalmente, en la España de 1987, un país que terminaba de cerrar el capítulo negro del franquismo y se instalaba plácidamente en la democracia. Quizá demasiado plácidamente, mientras los valores y las jerarquías tradicionales aún disfrutaban de un poder sólido.
Anagrama presenta Madrid 1987, la última película del escritor y realizador David Trueba, definida por la crítica norteamericana tras su paso por el festival de cine de Sundance como un cruce entre el cine intimista y la literatura de Philip Roth, acompañada de su guión, que es, también, otra magnífica obra literaria de Trueba.

Madrid, 1987 (fragmento)

Una radio lejana repasa las noticias del día.
Corresponden al 18 de julio de 1987. Sábado.
Y seguramente hablan del aún cercano atentado de Hipercor o del caso Irán-Contra.
De Reagan y Margaret Thatcher, de las primeras investigaciones sobre los GAL.
También de la crisis en los países del Este y, como siempre, de la inflación.
Y de Telefónica, aún estatal, con sus cincuenta mil millones de pesetas de beneficio anual.
Un café al mediodía en el centro de la ciudad.

Hay unos enormes ventanales que dan a una calle concurrida.
Hay alguna mesa ocupada, pero no es, ni de lejos, la hora punta.
En una mesa del fondo, aislado de todos y de todo, está MIGUEL.
Tiene sesenta años, melena algo anacrónica y patillas.
Con el cigarrillo en la comisura de la boca.
El pelo mojado hacia atrás, negro, con algunas canas.
Unas gafas cuadradas de pasta negras de alta graduación, que le esconden los ojos.
Pero no restan a la mirada la intensidad de un entomólogo entre el humo de cigarro.
Una mirada irónica, distante, de maldito con sorna.
No es un hombre guapo, pero ser famoso le hace interesante.
Escribe a máquina sobre la mesa del café. Lo hace con dos dedos pero a enorme velocidad.
Escribe un artículo para el periódico.
De vez en cuando, raramente, relee algo escrito y se separa el cigarrillo de la boca.
Tiene el ABC y El País posados en la mesa al alcance de la mano.
Un camarero aceitoso, sin preguntar, le retira la taza de café ya consumida.
Y le pone otro café idéntico, solo y corto, y un vaso bajo de whisky.