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lunes, 8 de enero de 2018

LA BOFETADA


Un incidente en una barbacoa, un barrio residencial y ocho personajes en busca de una "justificación".
Este podría ser el resumen simple de La Bofetada, pero la realidad es que se trata de una novela compleja en la que, desde un suburbio de Melbourne, se analizan desde las relaciones matrimoniales hasta la educación de los hijos, pasando por el racismo, las drogas, la multiculturalidad, los prejuicios, la violencia machista, el acoso.....en fin; la vida misma.
No pude evitar recordar La Cena de Hermann Koch y no porque el argumento sea similar sino porque nos conduce directamente a enfrentar nuestras contradicciones "sin red", sin colchón protector, sin el filtro de lo políticamente correcto.
Los protagonistas soportan directamente la estructura de la novela, ocho miradas diferentes del mismo conflicto.
Ocho Capitulos. Ocho puntos de vista
- Hector — El dueño de casa. Está casado con Aisha, con la que tiene dos hijos, Melissa y Adam. Parecen la familia perfecta y les va bien en sus trabajos. Hijo de inmigantes griegos viviendo en Australia, cobarde, inseguro, infantil.
- Anouk — Es guionista de televisión y le va bastante bien en lo suyo, aunque preferiría ser novelista. Amiga íntima de Aisha, quiere ser moderna pero no puede, le pesan los 40.
- Harry — Es mecánico, se ensucia las manos, es autónomo, tiene una esposa con curvas, un hijo adorable y un coche potente. Primo de Héctor, violento, bebedor, infiel, un machito en toda regla.
- Connie — Le falta poco para se mayor de edad y, como no tiene padres, vive con su tía Tasha. Adolescente desubicada y llena de complejos que ayuda cuidando niños.
- Rosie — Amiga íntima de Aisha, no trabaja, vive de las subvenciones y se dedica a la "crianza con apego" de su único hijo que a los 4 años sigue mamando. Su marido es un irresponsable que se pasa la mayor parte de la novela borracho.
- Manolis — Padre de Hector, un inmigrante cabal que llegó a Australia desde Grecia junto a su esposa, soñando con un futuro mejor. Ahora es un hombre que se está acercando al final de su vida y no entiende el egoísmo de las nuevas generación, su hijo incluido.
- Aisha — Esposa de Hector. Como el avestruz, su especialidad es esconder la cabeza, su origen Indio la avergüenza en ocasiones, siente el racismo, aunque sea sin motivo. Veterinaria, en su negocio trabaja la tía de Connie.
- Richie — Es el mejor amigo de Connie, adolescente con problemas de identidad sexual, busca su lugar y se equivoca continuamente.

Hay un par de personajes más, muy interesantes como la pareja formada por un aborigen y una pijilla, ambos convertidos a la fe musulmana y testigos (casi mudos) de los acontecimientos.
Pero no voy a contar más, hay que leerla y decidir si "el infierno está en los otros o habita en nosotros mismos", sin presión, con sinceridad:
¿usted que haría?

Muy recomendable!!

Sinopsis (Ed. RBA)
El autor australiano Tsiolkas, ganador del premio Commmonwealth en 2009, nos lleva hasta su tierra y nos cuela en la barbacoa que una familia de clase burguesa organiza en el jardín. Una celebración que se apagará con la bofetada que Harry -el primo de Hector- propina a Hugo, el hijo de la mejor amiga de Aisha. Hasta entonces los diferentes conversaban entre sí, pero cuando Harry abofetea a Hugo la tarde se interrumpe, unos se posicionan a favor y otros en contra.
La bofetada es una novela con múltiples significados: sobre las falsas apariencias, desde luego, pero también sobre la lealtad y la traición (a la pareja, a la familia, a los amigos), sobre la extrañeza de pertenecer a una tierra y una cultura que son de otros, de sentirse diferente y desconfiar, en cambio, de quien lo es al mismo tiempo.

La bofetada sirve como presentación de
Christos Tsiolkas ante los lectores en castellano, y es fiel reflejo de sus intenciones como escritor y de su actitud como polemista.

La bofetada (fragmento)
"Durante seis meses estuvo loca, y durante ese tiempo no dijo ni una sola palabra de aquello a nadie… ni siquiera a su marido, a Aisha, al grupo de madres, a su familia, a nadie. No se atrevía. Sonreía y fingía que adoraba al niño. Una mañana, intentaba frenéticamente organizarse para poder ir a yoga, mientras el niño chillaba, lloraba incesantemente. Ni amamantarlo, ni las nanas, ni chillarle, nada podía detener aquel espantoso sonido. Sintió una extraña calma en un momento dado. Lo dejaría llorar, lo dejaría solo en casa, ese cuchitril asqueroso y diminuto de una sola habitación de alquiler en Richmond, lo dejaría allí, dejaría que ese pequeño gilipollas llorara hasta desgastarse, no quería saber nada. Estaba ya en la puerta delantera con las llaves en la mano, con la bolsa de deporte al hombro. Estaba a punto de subirse en el coche y salir. «Que aúlle, que berree hasta reventar, ese pequeño hijo de puta. Que se ahogue».
Abrió la puerta y miró hacia la calle. Era verano, hacía sol y nada de brisa, y no había nadie por ahí. Ella se quedó de pie en la puerta durante casi diez minutos, con la bolsa todavía colgada del hombro, apretando las llaves en la mano, mirando hacia el mundo. «No eres libre —se dijo a sí misma—. Si quieres sobrevivir a esto, si no quieres matarte tú o matar a tu hijo, debes darte cuenta de que no eres libre. A partir de ahora, hasta que pueda alejarse de ti por su cuenta, tu vida no significa nada… Es su vida lo que importa». Fue entonces cuando retrocedió y cerró la puerta. Cerró la calle, cerró el mundo. Cogió al niño que lloraba y lo abrazó, apretándolo mucho. «Hugo, Hugo, no pasa nada —susurro—. Todo irá bien. Estoy aquí». "