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sábado, 30 de septiembre de 2017

EL ARTE DE LA DEFENSA


«Pura diversión, se lee sin ningún esfuerzo. » John Irving
Esta es una recomendación por la cual merece la pena, ya, leer esta novela, pero......
"Chad Harbach recurre al béisbol como símbolo del sueño americano y dialoga con el mundo de Moby Dick". Armando Capalbo
Esta recomendación, si no eres aficionado (o conocedor) del béisbol te desanima profundamente......
Aun así os recomiendo esta novela, ópera prima de Chad Harbach, que hunde sus raíces en la sociedad americana y la "destripa" a través de cinco personajes cuyas vidas se cruzan y entrecruzan en el Medio Oeste, Universidad de Westish y campos de béisbol de la liga universitaria.
En El Arte de la Defensa, el autor despliega una panoplia de personalidades que van de la adolescencia a la madurez, del estudiante al decano, pasando por el deportista sin dinero, la hija rebelde y el joven homosexual; todas sus historias convergen en Westish y ellos nunca volverán a ser los mismos. Coincido con John Irving, pura diversión y calidad literaria a raudales, me ha gustado mucho y eso que no entiendo nada de béisbol.....¡¡¡¡

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Con esta historia sobre la amistad y la madurez, envuelta en cierto aire de melancolía, Salamandra presenta en lengua española un escritor con un talento verdaderamente excepcional. Chad Harbach ha sido protagonista de uno de los debuts más resonantes en el panorama literario estadounidense. Elogiada con igual ardor por Jonathan Franzen y John Irving, por The New Yorker y la revista de Oprah Winfrey, la novela fue incluida por el New York Times entre las diez mejores obras de ficción de 2011. Desde entonces, mientras su libro se mantiene en las listas de los más vendidos y se publica en más de quince idiomas, el prestigio de este joven autor no ha hecho más que aumentar. Un acontecimiento fortuito es el nexo que une las vidas de cinco personas. Henry Skrimshander, un talentoso jugador de béisbol, llega a una pequeña universidad con una misión: rescatar al equipo de otra desastrosa temporada. La buena estrella del joven deslumbra a los entendidos y lleva al equipo a los mejores resultados de su historia. Sin embargo, un lanzamiento fallido, que Henry ha realizado con éxito millares de veces, tendrá consecuencias devastadoras para él y quienes lo rodean. Extrañas simetrías, giros inesperados de la fortuna y pruebas del delicado equilibrio entre la voluntad individual y el azar sirven a Chad Harbach para pintar un adictivo retrato de la América contemporánea, trazado con un conmovedor realismo psicológico. Harbach tiene el don de escribir con emoción sin caer en el sentimentalismo, y de crear con humor personajes que conquistan la mente y el corazón del lector.

El arte de la defensa (fragmento)

1Schwartz no se fijó en el chico durante el partido. Mejor dicho, únicamente se fijó en lo mismo que todo el mundo: que era el jugador más enclenque y escuálido del campo, una auténtica novedad en un parador en corto, rápido de pies pero flojo con el bate. Sólo después del partido advirtió la elegancia que acompañaba sus movimientos, cuando el chico, Henry, volvió al diamante abrasado por el sol para atrapar unas bolas rasantes más.
Era el segundo domingo de agosto, en el verano anterior al segundo curso de Schwartz en el Westish College, ese pequeño centro universitario situado junto al pulgar del guante de béisbol que es Wisconsin. Había pasado el verano en Chicago, su ciudad natal, y en las competiciones estivales promovidas por la Legión Americana su equipo acababa de derrotar a un puñado de campesinos de Dakota del Sur en las semifinales de un torneo sin nombre. El escaso público, unas decenas de personas desperdigadas por las gradas, aplaudió sin demasiado entusiasmo cuando el último jugador quedó eliminado. Schwartz, debilitado a lo largo del día por los calambres que le causaba el calor, lanzó al suelo la máscara de receptor y dio unos pasos vacilantes hacia la caseta. Mareado, desistió, se dejó caer en tierra y apoyó la dolorida espalda contra la alambrada. Aunque ya atardecía, el sol seguía brillando inclemente. Desde el viernes por la noche, había jugado cinco partidos, asándose como un escarabajo bajo su negro equipo de receptor.
Sus compañeros lanzaron los guantes a la caseta y fueron al quiosco de bebidas.