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jueves, 11 de enero de 2018

LA ISLA DE LAS MIL HISTORIAS


Un cuentito, escrito por una de esas inglesas a las que les fascina todo lo mediterráneo, tiene aires de Agnello-Hornby pero sin la profundidad que esta imprime a sus personajes.
Entretenida, ligera, previsible y "olvidable"; para pasar un rato alejada de la realidad.

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Una pequeña isla perdida en el Mediterráneo, entre Sicilia y el norte de África, es el escenario imaginado por Catherine Banner para desarrollar esta cautivadora alegoría sobre la radical transformación de Europa durante los últimos cien años. La historia comienza con la llegada a Castellamare de Amedeo Espósito, un joven originario de Florencia que viene a ocupar el puesto de médico permanente en ese remoto peñón, donde el tiempo parece haberse detenido antes de la primera guerra mundial. Allí establecerá su hogar e iniciará una larga saga cuyos miembros, hábiles narradores de historias, transmitirán de generación en generación los secretos de la familia y los avatares de un siglo vertiginoso y convulso.
Aunque Amedeo desembarca dispuesto a realizar su tarea con seriedad y rigor, un hombre inquieto y curioso como él no puede sustraerse al hechizo de la isla. Así pues, cuando surge la oportunidad de comprar el abandonado bar del pueblo, el joven doctor ignora que aquella «casa al borde de la noche», como se la conoce por estar ubicada en un sitio impresionante frente al inmenso mar, será un punto de inflexión en su vida y se convertirá en el centro social de Castellamare. Desde ese mirador privilegiado, Amedeo y su esposa Pina, una isleña inteligente y hermosa, verán transcurrir los acontecimientos más significativos de las décadas siguientes, desde la segunda guerra mundial hasta la era de internet, el turismo de masas y la terrible crisis financiera de 2008.
Unos personajes memorables, situados en un entorno natural imponente, hacen de La isla de las mil historias una novela singular, rebosante de vitalidad y fantasía, en la que la fuerza y la fragilidad del ser humano se manifiestan en un espacio casi mítico donde se difuminan los contornos entre leyenda y realidad.

La isla de las mil historias (fragmento)

PRIMERA PARTE
EL COLECCIONISTA DE HISTORIAS 1914-1921

Hubo un tiempo en que la isla entera de Castellamare sufría la maldición del llanto. Procedía de las cuevas junto al mar, y como los isleños habían construido sus casas con esas piedras, que antaño habían sido el fuego líquido del volcán, el llanto no tardó en resonar en las paredes de todos los edificios, en reverberar en las calles. Incluso el arco de entrada al pueblo gimoteaba por las noches como una novia plantada ante el altar. Preocupados por esa maldición, los isleños discutían y peleaban entre sí. Padres en desacuerdo con sus hijos, madres enfrentadas a sus hijas, vecinos que no se hablaban; en resumen, nadie vivía en paz. La cosa siguió así durante muchos años, hasta que, un otoño, se produjo un gran terremoto. Un estremecimiento agitó el corazón de la isla, un temblor espantoso que despertó a los isleños. El terremoto sacudió con estrépito los adoquines en las calles y los platos en los armarios, y los edificios empezaron a trepidar como si fueran de requesón. Al amanecer del día siguiente, hasta la última casa se había venido abajo. Mientras las piedras caídas lloraban su pena, los isleños se
 reu nieron para decidir qué debían hacer. A la hija de un campesino, llamada Ágata, se le había aparecido la Virgen, y esa visión la llevó a concebir ideas propias
 sobre la maldición del llanto. — #La tristeza ha impregnado las piedras de la isla —#declaró#—. Debemos levantar un pueblo nuevo a partir de estas ruinas, y cuando hayamos llevado a cabo esa gran tarea, la maldición del llanto habrá desaparecido. Y así, piedra a piedra, los isleños reconstruyeron el pueblo.
De una antigua leyenda de la isla, según la primera versión que me contó Pina Vella, de cuyo testimonio dejé constancia el día de la festividad de Santa Ágata de 1914.