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lunes, 28 de agosto de 2017

LA TABLA ESMERALDA



RESEÑADA por Noelia Vallina para LIBROS, el 5 de Mayo de 2013.
"La tabla esmeralda" bien, entretenida pero previsible y demasiado larga para llegar donde suponemos que va a llegar...pero no la descarto del todo, tiene su punto.
En cierto sentido me recuerda a las novelas de Matilde Asensi...

uyyyyy!!! no sé yo, si eso será bueno....!

Dos historias de amor separadas en el tiempo pero unidas por el misterio de un cuadro desaparecido. Un peligroso juego de amenazas e intereses ocultos que cambiará la vida de los protagonistas para siempre (Ed. Plaza y Janés)

La tabla esmeralda (fragmento)

Prólogo


"Florencia,
9 de abril de 1492

Lorenzo de Médicis ha muerto.
No era este el único pensamiento que pasaba por la cabeza de Giorgio. Por su cabeza circulaba un torrente de ellos. Unas veces, corrían rápidos y fluidos como las nubes por el cielo; otras, se arremolinaban como los mendigos en la puerta de una iglesia. Pero lo que sí era cierto es que todos sus pensamientos empezaban y acababan en el mismo lugar: Lorenzo de Médicis ha muerto. Su cadáver aún estaba caliente. Su viuda, sus hijos y sus amigos aún le lloraban. Florencia entera aún estaba conmocionada.
Sin embargo, Giorgio no se sentía angustiado por Lorenzo de Médicis, su familia o Florencia, sino por él mismo y por su propio destino. Había permanecido toda la noche y todo el día encerrado en su taller; primero, paralizado por la impresión de la noticia; después, tratando de resolver su situación.
Sólo cuando el sol empezaba a ocultarse tras las colinas de la campiña toscana, decidió que lo mejor era regresar a Venecia, donde todo aquel asunto había empezado. Y se convenció de que debía hacerlo cuanto antes, aprovechando las sombras de la noche que se avecinaba. Con la precipitación de quien todo lo improvisa, se puso a recoger sus cosas, especialmente sus aparejos de pintura, pues apenas tenía otros bienes personales que empaquetar y, además, sus herramientas de trabajo —pinceles, paletas, lienzos, bastidores y decenas de compuestos que utilizaba para fabricar los óleos— eran sus enseres más preciados.
Al caer la noche, el taller ya estaba prácticamente vacío. Tan sólo quedaba, en una esquina bajo la ventana, allí donde mejor recibía la luz natural, un lienzo cubierto con un trapo sobre un caballete.
Giorgio se acercó hasta él todavía pensando en cómo lo transportaría. Lo descubrió lentamente y volvió a contemplarlo aunque de sobra sabía lo que iba a ver, es más, podía incluso vislumbrar lo que otros no verían: el resultado final de la obra tal y como la había imaginado. Aquel lienzo que tan sólo era un boceto, unas pocas pinceladas de color, era el objeto de su inquietud."