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lunes, 4 de diciembre de 2017

EL CASO EDEN BELLWETHER


En una edición cuidadísima, a pesar de ser "bolsillo", me he traído de la biblioteca (bendita sea) esta opera prima de Benjamin Wood, multipremiada y ensalzada por la crítica mundial.
Una historia en Cambridge, podría llamarse, un recorrido musical y literario por la ciudad universitaria, lleno de personajes complejos que juegan con la ciencia y la superstición en un entorno en el que se "masca la tragedia" desde la primera página.
Sin ser la gran novela de 2015, me ha gustado¡¡

Sinopsis (Ed. Duomo Ediciones)
UNA NOVELA HIPNÓTICA
SOBRE LA INFLUENCIA DEL AMOR
Y EL PODER INQUIETANTE DE LA MÚSICA.
Cambridge, nuestros días. Oscar, un enfermero de una residencia de ancianos, conoce a la seductora Iris Bellwether, estudiante de medicina, violonchelista e hija de la burguesía acomodada de la ciudad. Inmediatamente se enamora de ella y entra a formar parte de su grupo de amigos. Es un círculo exclusivo integrado por unos jóvenes con unos orígenes muy diferentes a los suyos, entre los cuales sobresale Eden, el hermano de Iris, un personaje narcisista y carismático, convencido de poder sanar a través de la música y de la hipnosis. Pero ¿quién es en realidad Eden Bellwether? ¿Un genio o un manipulador?

El caso Eden Bellwether (fragmento)

Preludio
Junio, 2003
Escucharon el aullido de las sirenas y vieron la polvareda levantarse bajo las ruedas de la ambulancia en el extremo más alejado del camino de acceso a la casa. Al poco rato, el oscurecido jardín se había transformado en un baño de luces azules. Nada parecía real hasta que les dijeron a los paramédicos dónde estaban los cuerpos. Había uno en la planta de arriba, otro en la casa del órgano y uno más al pie del jardín –este último todavía respiraba, aunque agónicamente–. Lo habían dejado en la orilla del río sobre una cama de juncos aplastados, con el agua fría rompiendo contra sus pies. Cuando los paramédicos les preguntaron cómo se llamaba, les dijeron que ése era Eden. Eden Bellwether.

La ambulancia había tardado demasiado en llegar. Ellos se habían reunido durante un rato en el porche de atrás de la rectoría. Estaban desquiciados, elucubrando, contemplando los mismos olmos y los mismos cerezos que habían contemplado cientos de veces antes, escuchando cómo el viento perturbaba las ramas. Todos se sentían responsables por lo que había sucedido. Todos se culpaban a sí mismos. Así que discutieron –discutieron de quién era la culpa y sobre quién debería sentirse más culpable–. El único que no habló fue Oscar. Se quedó apoyado contra la pared, fumando, escuchando a los otros discutir. Cuando finalmente abrió la boca, su voz sonaba tan calmada que los silenció a todos.
–Ya ha pasado –dijo, y aplastó su cigarrillo en la barandilla del porche–. Ya no podemos dar marcha atrás ni cambiar nada.