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viernes, 24 de noviembre de 2017

LA PLAGA


Primera entrega de la trilogía protagonizada por la Dra. Janie Crow

RESEÑADO por Calipso Breogan para LIBROS,  el 11 de Marzo de 2014.
Estoy empezando la plaga de Ann Benson. Vive en casa desde que se publicó 2004, por aquella época era un libro de ciencia ficción futurista , la acción se sitúa en 2005.
Hace dos días lo empecé, y el futuro se ha convertido en pasado.
Jolines ! cómo pasa el tiempo, que paradojas.....
En cuanto al argumento en sí, de momento pinta bien ya iré contando.

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
¿Qué ocurre cuando la peste bubónica, ausente durante tanto tiempo del mundo moderno, reaparece en la sociedad del siglo XXI? La plaga urde con brillantez dos relatos paralelos. En el siglo XIV, el médico Alejandro Canches se salva de ser ejecutado por realizar una autopsia y en su huida recorre la Europa de la Peste Negra. Finalmente es enviado, contra su voluntad, a la corte de Eduardo III de Inglaterra para combatir la epidemia.
En dramático contrapunto, la arqueóloga y médica Janie Crowe llega a la Inglaterra del siglo XXI e involuntariamente, provoca la difusión de una mortífera bacteria en un mundo que no está preparado para combatirla. En un futuro en que los antibióticos han perdido toda eficacia y un pasado dominado por el terror, estos dos héroes, muy a su pesar, se ven unidos por la historia. Primer libro de tres de la doctora Janie Crow, serie que en original se publicó como The Plage Tales [Historias de la peste]

La Plaga (fragmento)

PRÓLOGO
Sosteniendo un libro viejo contra el pecho, Robert Sarin se sentó con tiento en una desvencijada mecedora de madera y movió sus miembros entumecidos hasta alcanzar una postura más o menos cómoda. A continuación puso el libro encima de sus piernas y colocó ambas manos en la tapa, palpando la agrietada encuadernación de cuero. Al tiempo que imprimía a la silla un suave balanceo, meditó febrilmente sobre cómo arreglárselas para pasar el día siguiente, y todos los sucesivos, sin topar con algún problema tan grave como imprevisible. Dirigió una mirada inexpresiva a la anciana que, tendida en el lecho, contemplaba a su vez fijamente el techo de paja, como si buscara el rastro de algún sucio animalillo lo bastante imprudente para hacer acto de presencia en su impoluto hogar.
«¡Fuera de aquí, rata maldita!», solía decir la anciana cada vez que un roedor se paseaba desprevenido por sus dominios; y, pese a haber llegado él mismo a la vejez, el hijo que la estaba velando recordaba aún el tono vengativo con que su madre reía al planear el fin del intruso. A veces, de niño, la fuerza de voluntad de aquella mujer lo había asustado hasta el extremo de tener que esconderse debajo de esa misma cama, y asomar después una tímida cabecita para echar un vistazo al techo de paja.