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lunes, 30 de agosto de 2021

EL ARTE DE PERDER


 

Quizás me hubiese gustado más esta novela si no hubiera leído  Lo que el día debe a la noche, del gran Yasmina Khadra. No está mal esta visión de una joven segunda generación de emigrantes argelinos en Francia, toda la odisea del abandono y el posterior desarraigo; el título sacado de un poema de Elizabeth Bishop ilustra a la perfección las vivencias de los franceses que volvieron a Francia (fuera cual fuese su origen) tras la independencia de Argelia. Buena,  pero Khadra gana en la comparación, siempre!

Sinopsis (ed. Salamandra)

Ganadora en 2017 de los premios Goncourt des Lycéens, Littéraire Le Monde, Landarneau des Lecteurs, Libraires de Nancy y el primer Premio Goncourt de España, con un jurado presidido por Arturo Pérez-Reverte. En este vívido fresco narrativo, con la guerra y la descolonización de Argelia como telón de fondo, Alice Zeniter evoca el destino de tres generaciones de una familia prisionera de un pasado tenaz y borda una novela arrebatadora sobre los orígenes, la identidad y la libertad de ser uno mismo.

"Para Naïma, una joven francesa que trabaja en una galería de arte parisina, Argelia, el país del que proceden su padre y sus abuelos, ha sido durante mucho tiempo solamente un punto difuso en el mapa sin demasiado interés. Sin embargo, en una sociedad agitada por el debate sobre la inmigración y el racismo a causa de los atentados de París, todo parece querer devolverla a la tierra de sus ancestros. Pero ¿qué relación puede tener Naïma con una historia que nunca le han contado? Su abuelo Ali, un cabileño de las montañas cercanas a la antigua Palestro, murió antes de que pudiera preguntarle por qué abandonó su aldea y se convirtió en un expatriado; Yema, su abuela, quizá pudiera responderle, pero no en una lengua comprensible para Naïma. En cuanto a Hamid, su padre, un chiquillo brillante llegado el verano de 1962 a uno de los campos de refugiados construidos a toda prisa en Francia, ha decidido no hablar de la Argelia de su niñez. Un drástico silencio familiar que para Naïma, francesa de suelo pero de ascendencia argelina, no deja de ser en buena medida una manera de dominar el arte de perder."

#LIBROS #reseñas2019


miércoles, 3 de enero de 2018

DOMINGO SOMBRÍO


Existe en Hungría una leyenda urbana que gira alrededor de una triste canción llamada “El domingo sombrío”, compuesta por Rezső Seress en 1933. Esta leyenda sostiene que el amor sufrió un revés sentimental y pesa de la desesperación compuso esta canción capaz de inducir al suicidio"
Y este es el título elegido por la novelista Alice Zeniter para mostrarnos la cara más sombría de la Europa del Este a través de una familia húngara que parece predestinada al sufrimiento.
La autora escribe muy bien y su prosa es capaz de sobreponerse al ambiente sombrío de una casita entre las vías del tren cuyos habitantes sobreviven sin atisbar ni un rayo de luz sobre sus vidas grises y estériles.
No es para todos los lectores, ni para cualquier momento.

Sinopsis (Ed. Acantilado)
Generación tras generación, la familia Mándy ha vivido en una casa de madera. Pero lo que un día fue un apartado refugio en medio de los bosques ha terminado convirtiéndose en una choza entre las vías, cerca de la estación de Nyugati, en Budapest, donde los Mándy se ven obligados a recoger la basura que arrojan los viajeros por las ventanillas de los trenes. El joven Imre ha crecido en este rincón, creado en vano por su familia para protegerse de Stalin, contemplando pasar los trenes y soñando con las vidas de las personas que viajan en ellos. Y de ese mundo melancólico intentará escapar en su primera juventud, cuando la caída de la urss traiga consigo los sex-shops, el consumismo y a Kerstin, una muchacha alemana, encarnación del Occidente libre y de una promesa de felicidad que Imre no está seguro de merecer.

Domingo sombrío (fragmento)

Domingo sombrío
Domingo sombrío,
con los brazos llenos de flores blancas,
cuando corría tras mis sueños, un domingo por la mañana,
el carro de mi tristeza ha vuelto sin ti…

Imre oía la voz de su abuelo, que le llegaba desde la otra punta del jardín triangular. no necesitaba fijarse en cómo desaparecían las consonantes en aquel canto pastoso para darse cuenta de que el viejo estaba borracho. berreaba la canción con una rabia inusual.

Y desde aquel momento todos mis domingos son tristes.
Las lágrimas son mi única bebida; la tristeza, mi único pan…

la voz se confundía con el ruido del rastrillo. se oían los sordos topetazos de la herramienta con la que el abuelo golpeaba la valla una y otra vez. los choques debían de hacer vibrar todo su cuerpo y resonar en su torcida columna vertebral. Atravesaba su espalda en diagonal como una carretera que rodea un obstáculo. la pierna inútil del abuelo, la que arrastraba tras él penosamente, había desequilibrado su marcha hasta imponer una desviación en la trayectoria de sus vértebras. cualquier actividad física le producía al viejo dolores lancinantes. Pero él se negaba a dejar de rastrillar.

Las lágrimas son mi única bebida…