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miércoles, 10 de enero de 2018

LA ESPOSA JOVEN


"El Hijo y la Esposa joven se habían conocido cuando ella tenía quince años y él dieciocho, acabando gradualmente por reconocer, el uno en el otro, un correctivo suntuoso a las indecisiones del corazón y al aburrimiento de la juventud".
En este tono transcurre la narración de Baricco que, fiel a sí mismo, devana una madeja de sensaciones y sentimientos en una historia que se va volviendo "imposible" a medida que avanza. Creo que la historia original tenía posibilidades pero se le ha ido de las manos, de pura fantasía y entusiasmo.
¿Es una historia de amor?.....no sabría decirlo, es una historia extraña, de una familia extraña que se pierde en los vericuetos de la narración, como si los personajes hubiesen tomado vida propia. La salvación de la novela es la prosa poética y luminosa de Baricco que conquista el corazón aunque, en ocasiones, se resista a llegar al cerebro
La recomiendo??, pues.......con reservas y más como ejercicio de disfrute cuasi poético que como novela.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Tras cumplir dieciocho años, y según lo acordado previamente, la Esposa joven regresa de Argentina y se presenta en casa de la Familia para poder casarse con el Hijo, su prometido. Sin embargo, hay un pequeño problema: éste ha partido en viaje de negocios y nadie sabe con exactitud cuándo va a volver, ni si lo hará. Se inicia así una larga espera en una villa italiana, a principios del siglo XX, en la que la joven tendrá la oportunidad de ir conociendo en profundidad al Padre, empeñado en mantener en orden un mundo con tendencia al caos y a la hipérbole, pese a la fragilidad de su corazón; a la Madre, cuya exuberante belleza está en el origen de no pocas locuras y bancarrotas, y experta en formular silogismos inescrutables; a la Hija, que mantiene en secreto su propia espera, pese a una discapacidad que aumenta su voluntad de gozar de la existencia; y, en fin, al Tío, sumido en un sueño del que sólo despierta ocasionalmente para actividades cotidianas o para dar sabios consejos. Todo ello bajo la atenta mirada de Modesto, el mayordomo, quien es capaz, con sus golpes de tos, de asesorar a la Esposa joven para moverse en ese excéntrico mundo.Una de las novelas más audaces de Baricco, con ese sabor agridulce propio de sus obras, en la que se combinan sabiamente páginas de un erotismo inaudito, divertidas escenas de vida familiar, reflexiones sobre el arte de vivir, y también de morir, y digresiones de un narrador que medita, a la par que los crea y les da voz, sobre esos personajes y esos mundos de ficción tras los que se enmascaran sus propias experiencias.

La esposa joven (fragmento)

Los escalones para subir son treinta y seis, de piedra, y el anciano los sube despacio, circunspecto, casi como si fuera recogiéndolos uno a uno para conducirlos hasta el primer piso: él es un pastor; ellos, sus tranquilos animales. Modesto es su nombre. Sirve en esa casa desde hace cincuenta y nueve años; es, por tanto, su sacerdote.
Al llegar al último escalón se detiene frente al amplio pasillo que se prolonga sin sorpresas ante su mirada: a la derecha, las habitaciones cerradas de los Señores, cinco; a la izquierda, siete ventanas, cerradas con postigos de madera lacada.
Es justo el amanecer.
El anciano se detiene porque tiene una enumeración personal que debe actualizar. Lleva la cuenta de las mañanas que ha inaugurado en esa casa, siempre de la misma manera. Así que añade otra unidad que se pierde entre los millares. La cuenta es vertiginosa, pero no está preocupado: oficiar desde siempre el mismo ritual matutino le parece coherente con su trabajo, respetuoso con sus inclinaciones y típico de su destino.
Después de pasar la palma de las manos sobre la tela planchada de los pantalones –en los costados, a la altura de los muslos– adelanta la cabeza casi imperceptiblemente y pone en movimiento de nuevo sus pasos. Ignora las puertas de los Señores, pero al llegar a la primera ventana, a la izquierda, se detiene para abrir los postigos. Lo hace con ges tos suaves y exactos. Los repite con cada ventana, siete veces.

martes, 26 de septiembre de 2017

MR. GWYN


"...Paseando por Regent's Park Mr. Gwyn decidió que lo que había hecho hasta entonces para ganarse la vida ya no era adecuado para el. Por tanto envió a The Guardian un artículo con un listado de 52 cosas que ya no volvería a hacer; la primera era escribir artículos para The Guardian y la última escribir libros......"
De esta forma (resumida) comienza el penúltimo libro publicado por Alessandro Baricco, todos aquellos que busquen un argumento contundente, consistente y real, absténganse de leer Mr. Gwyn. Dicho esto, todos aquellos que leen por el simple placer de sentir hermosas frases, palabras escogidas con amor, ideas nuevas y/o originales sin mucho propósito pero con gran sentido estético; tienen aquí su libro.
Un libro corto, apenas 100 páginas, escrito con una imaginación desbordante y no tanto talento como es necesario para canalizar esta gran imaginación.
La ventaja, se lee pronto, el inconveniente aporta poco excepto la belleza onírica de su prosa, que no es poco.
Desde la cita que lo inaugura "Tout commence par une interruption" de Paul Valéry todo augura inconsistente belleza y así es¡¡¡

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Jasper Gwyn es escritor, vive en Londres y, verosímilmente, es un hombre que ama la vida. De repente, tiene ganas de parar de escribir, aunque la suya no es la crisis que aflige a los escritores sin inspiración, él parece querer cambiar de perspectiva, llegar hasta el meollo de cierta magia. Le sirve de apoyo, de cómplice, una muchacha que va recogiendo lo que progresivamente va siendo el misterio de Mr Gwyn. Baricco entra en las simetrías secretas de este misterio con el paso seguro y resuelto de quien conoce y ama los senderos que recorre, y el resultado es una joya literaria.

Mr. Gwyn (fragmento)
"Si Jasper Gwyn tuviera que decir cuándo empezó a pensar que había una solución, probablemente mencionaría cierto día en que ella se había puesto, en un momento determinado, la camisa, y no era una forma de echarse atrás con respecto a una decisión suya, sino de ir hacia adelante, más allá de lo que había decidido. La tuvo puesta un rato, desabrochada por delante —jugaba con los puños. Entonces hubo algo en ella que se desplazó, de una manera que podría definirse como lateral, y Jasper Gwyn sintió, por primera vez, que Rebecca le estaba dejando entrever su propio retrato.
Esa noche salió a caminar por las calles y lo hizo durante horas, sin notar cansancio. Se fijó en que había lavanderías que no cerraban nunca, y constató ese detalle con cierta satisfacción.
Ya ni siquiera la veía gorda, o bella, y todo cuanto hubiera pensado o advertido sobre ella, antes de entrar en aquel estudio, se había disuelto por completo, o nunca había existido. Como tampoco le parecía que allí dentro el tiempo pasara, sino más bien que se desarrollaba un único instante, siempre idéntico a sí mismo. Empezaba a reconocer, de tanto en tanto, pasajes del loop de David Barber, y ese periódico volver a pasar, siempre iguales, otorgada a toda forma de transcurrir una inmovilidad poética frente a la que el acaecer del mundo, fuera de allí, perdía cualquier encanto. Que todo adquiriera forma en una única luz inmóvil de tono infantil era algo de una delicia infinita. Los olores del estudio, el polvo que iba posándose sobre las cosas, la suciedad a la que nadie oponía resistencia —todo ofrecía la impresión de un animal aletargado, que respiraba lentamente, apenas visible. A la señora del fular impermeable, que pedía explicaciones, Jasper Gwyn llegó a explicarle que había algo hipnótico en todo aquello, afín a los efectos de una droga. Yo no exageraría tanto, dijo la anciana. Y le recordó que, en el fondo, se trataba de un trabajo, su trabajo como copista. Mejor piense usted en hacer algo que sea bueno, añadió, si no, me voy derechita a buscar a mis estudiantes. "