domingo, 14 de enero de 2018

LAS GARRAS DE LA MUERTE


Séptima entrega de la serie de novelas protagonizadas por comisario de policía en el Departamento de Investigación Criminal de Brighton y Hove, Sussex, Inglaterra.

Un incidente fortuito puede cambiar nuestras vidas....Roy Grace y la Mafia una combinación letal que llevará la investigación hasta sus últimas consecuencias, mientras en la oscuridad, fuerzas malignas acechan....
No son novelas de gran calidad, pero enganchan de lo lindo y el detective se "hace querer" por ingenuo y bonachón.
Otros personajes están todavía "en pañales", pero sólo me queda una entrega publicada en castellano y luego...., habrá que esperar.
Seguro que aparece algo nuevo para la "faceta entretenimiento"

Sinopsis (Ed. Roca)
Carly Chase está todavía traumatizada por el accidente de tráfico que tuvo hace unos diez días y en el que resultó muerto un estudiante de la universidad de Brighton.
Es entonces cuando recibe una noticia que pondrá del revés toda su existencia: los conductores de los otros vehículos involucrados en el accidente han sido encontrados torturados y asesinados.
Roy Grace de la policía de Sussex advierte a Carly de la seriedad del peligro en el que se encuentra, porque ella podría ser la siguiente. La mujer, aterrorizada, no sigue el consejo de la policía de esconder su identidad y ponerse a salvo y decide que si nadie puede ayudarla, es ella misma la que tiene que protegerse.
Lo que desconoce, es que el asesino se ha anticipado y la observa, espera y se prepara.

Las garras de la muerte (fragmento)

1La mañana del accidente, Carly había olvidado poner el despertador y se había dormido. Se levantó con una buena resaca, un perro mojado aplastándola y un repiqueteo demencial de tambores y címbalos procedente de la habitación de su hijo. Y para acabar de rematar aquel sombrío panorama, afuera llovía.
Se quedó inmóvil un momento, ordenando sus ideas. Tenía una cita con el podólogo para tratarse un doloroso callo y un cliente que aborrecía se presentaría en su oficina dentro de poco más de dos horas. Tenía el presentimiento de que iba a ser un día para olvidar, de esos que van de mal en peor. Como aquel estruendo.
—¡Tyler! —gritó—. ¡Por el amor de Dios, para eso! ¿Estás listo?
Otis bajó de la cama de un salto y se puso a ladrar furiosamente a su reflejo en el espejo de la pared. El ruido de tambores paró. Fue al baño trastabillando, encontró el paracetamol y se tragó dos comprimidos sin agua.
«No soy un ejemplo estupendo para mi hijo, que digamos —pensó—. Ni siquiera soy un buen ejemplo para mi perro».
Como si la oyera, Otis respondió colándose en el baño con la correa entre los dientes y una expresión de impaciencia en los ojos.
—¿Qué hay de desayunar, mamá? — gritó Tyler.

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