domingo, 21 de enero de 2018

LA BRIGADA DE ANNE CAPESTAN


Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Anne Capestan, comisaria de la policía judicial de París (Francia).

Por fin una protagonista de novela negra que no es una mística, un marimacho o una rarita......
Gracias amigas por haberme recomendado esta brigada de marginados que resuelven casos pendientes y de paso van arreglando sus vidas.
No sé cuál de los personajes me gusta más, el chivato, el sonado, la ludópata, el alcohólico, el gafe, la millonaria-solitaria, el destrozacoches, el mosquetero.....o la jefa de todos ellos.
Me ha encantado el debut de Hénaff en la novela negra. Creo que, desde hoy, hay una mujer entre mis detectives "de cabecera"
La recomiendo!!

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Un nuevo nombre se suma a la gran novela negra francesa: Sophie Hénaff, considerada por la crítica como «una Fred Vargas con grandes dosis de humor», cautiva a los lectores con una novela policiaca original y poderosa.

Anne Capestan es una policía joven y apasionada. Ha sido una estrella, pero se encuentra alejada de su cargo tras haber disparado a un hombre durante una investigación cuyos detalles no han quedado claros. Cuando acude nuevamente a la sede de la Policía Judicial parisina para la decisión final sobre su carrera, su jefe le comunica que la ha puesto al frente de una brigada especial. Pronto sabrá quiénes componen esta brigada sin nombre, sin coche y sin armas: un borracho, una escritora escandalosa -y su perro-, un informático despistado y un gafe... Dos casos aparentemente anodinos y nunca resueltos les esperan: una mujer estrangulada en su sofá y un jubilado al que han disparado en el río.
** Premio Polar en Séries y Premio Arsène Lupin de Literatura Policiaca.
** Premio de los Lectores de Livre de Poche

La brigada de Anne Capestan (fragmento)

1.

París, 9 de agosto de 2012
De pie delante de la ventana de la cocina, Anne Capestan esperaba que clarease el día. Vació de un trago la taza de porcelana y la dejó encima del hule de vichy verde. Acababa de beberse su último café de poli. Quizá.
La brillantísima comisaria Capestan, estrella de su generación, campeona de todas las categorías de ascensos fulgurantes, había disparado una bala de más. Desde entonces, había comparecido ante la comisión disciplinaria y le habían caído varias amonestaciones y seis meses de suspensión de empleo. Y luego, silencio de radio, hasta el telefonazo de Buron. Su mentor, y ahora mandamás en el 36 del muelle de Les Orfèvres, por fin había roto su mutismo. Había citado a Capestan. Un 9 de agosto. Le pegaba mucho. Era una forma sutil de indicarle que no estaba de vacaciones sino suspendida de empleo. Saldría de aquella entrevista siendo poli o parada, en París o en provincias, pero al menos lo haría con una certeza. Cualquier cosa era mejor que andar flotando entre dos aguas, en esa especie de ambigüedad que le impedía seguir adelante. La comisaria enjuagó la taza en la pila, prometiéndose que la metería en el lavavajillas más tarde. Tenía que irse ya.
Cruzó el salón donde, como tantas veces, resonaban Brassens y sus pom-pom-pom de poeta. Era un piso amplio y cómodo. Capestan no escatimaba en mantas escocesas ni en luces indirectas. El gato, dichoso y ronroneante, parecía aprobar sus gustos. Pero el vacío había sembrado de huellas aquel entorno acogedor, como placas de escarcha en un césped primaveral. Inmediatamente después de que la suspendieran, Capestan vio que su marido se iba, llevándose consigo la mitad de los muebles del piso. Fue uno de esos momentos en los que la vida te arrea un buen sopapo en los morros. Pero Capestan no abusaba de la autocompasión, se había ganado a pulso todo lo que le estaba pasando.



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