lunes, 22 de enero de 2018

ESTRIDENTE Y DULCE


El héroe y narrador de esta novela se despierta en la cama de un hotel junto a una mujer que no es su esposa, sino una amiga de ambos. La sorpresa se transforma en profunda angustia cuando advierte que la cabeza de la mujer se encuentra sobre una mancha de sangre, posiblemente a causa de las drogas que ambos tomaron la noche anterior.

«Espero que si demuestro una sola cosa con este relato, ésa sea la importancia de las reglas vitales, razón por la cual quizá he decidido comenzar la historia de mi vida moral con este episodio de sangre. Creo que ése fue el momento en el que mis categorías habituales se desbarataron.»
Está es la sinopsis o presentación que la editorial hace de esta novela y este es, efectivamente, el principio de la misma.
A partir de ahí asistimos a un relato delirante de una vida delirante, narrado por una mente delirante. Creo que pretende ser una crítica social a esa generación de jóvenes que "viven de sus padres mientras no puedan vivir de sus hijos", pero es tan hiperbólico y desmesurado que acaba resultando irritante.
Thirlwell escribe bien, pero "se le va la olla", eso y que yo no soy aficionada a este tipo de Literatura por muy bien que use los recursos gramaticales y sintácticos.
Sólo la recomiendo para experimentador@s recalcitrantes.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
El héroe y narrador de esta novela se despierta en la cama de un hotel junto a una mujer que no es su esposa, sino una amiga de ambos. La sorpresa se transforma en profunda angustia cuando advierte que la cabeza de la mujer se encuentra sobre una mancha de sangre, posiblemente a causa de las drogas que ambos tomaron la noche anterior.
«Espero que si demuestro una sola cosa con este relato, ésa sea la importancia de las reglas vitales, razón por la cual quizá he decidido comenzar la historia de mi vida moral con este episodio de sangre. Creo que ése fue el momento en el que mis categorías habituales se desbarataron.» En efecto, asistiremos entonces a la caída libre de un personaje narcisista y politoxicómano que, hasta ese momento, llevaba una existencia confortable en la zona residencial de una megalópolis anónima. Allí vive junto a su esposa, el perro de ambos y un viejo amigo de la infancia en casa de unos padres tan comprensivos como consentidores. Éstos le han proporcionado una buena educación y lo han apoyado en todo, pero no pueden evitar observar con inquietud el hecho de que su hijo haya decidido abandonar un empleo seguro para atender la llamada de una tardía vocación artística.
Entre múltiples obsesiones y paranoias, sexo, drogas, violencia e infinitas elucubraciones circulares, los acontecimientos terminarán precipitándose y nuestro atribulado y neurótico héroe se verá empujado a cometer actos de cuestionable moralidad o directamente reprensibles, que rememora en estas páginas con franqueza y cierto pesar:
«Y la verdadera vida (...), la única que ha sido verdaderamente vivida, es aquella que uno observa en retrospectiva desde una especie de distante punto en las nubes. Ese tipo de mirada podría describirse con la palabra “literatura”»

Estridente y dulce (fragmento)

1

Yo
¿Te he contado lo que me pasó una vez en un avión?

Romy
No, bizcochito, cuéntame.

Yo
El avión se dirigía a la pista de despegue y yo estaba convencido de que algo iba mal porque los ruidos que hacía el aparato no eran normales. Entonces advierto que la azafata que está delante de mí le dice en voz baja a la que se encuentra al final del pasillo: “¿Qué sucede?” Obviamente decido que debo hacer algo e impedir que el avión despegue porque si lo hace estallará en llamas. De modo que llamo a la azafata y le digo que lo más seguro sería regresar al aeropuerto y hacer que revisaran el avión, a lo cual ella me contesta que por supuesto podría hacerlo, pero que me irá a buscar un vaso de agua y que, cuando vuelva, le diga si todavía quiero que informe a toda la gente del avión de que estoy tan asustado por un zumbido supuestamente anormal del aire acondicionado que el avión tendrá que perder su turno de despegue y ser revisado durante lo que podría ser un periodo de cuatro a cinco horas.

Romy
¿Y qué hiciste?

Yo
Me quedé callado

Romy
No es tan malo

Yo
Lo que no sé es si mi silencio se debió al conocimiento íntimo de que me estaba comportando de un modo irracional y en realidad no había nada de lo que preocuparse, o si estaba tan imbuido por la vanidad y el deseo de no montar una escena que preferí arriesgar mi propia muerte y la de otras cuatrocientas cincuenta y tres personas en vez de someterme a mí mismo a la posible humillación del anuncio de la azafata.



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