martes, 21 de noviembre de 2017

CARTAS CRUZADAS


RESEÑADO por Rossana Cabrera para LIBROS,  el 21 de Octubre de 2014.
Fresco, ligerito y juvenil, así como nosotros
Me lo pasé bien leyéndolo, me dejó con una sonrisa bailoteándome en la cara, y era lunes. ¿Qué más se le puede pedir a un libro?

Sinopsis (Ed. Lumen)
Ed Kennedy es un chico cualquiera en un suburbio cualquiera de una gran ciudad. Vive en un apartamento maltrecho en compañía de su perro y se gana la vida como taxista. Le acompaña una pandilla de amigos, con quien juega a las cartas y charla, sin prestar verdadera atención a sus problemas. Hasta que un buen día Ed, casi por casualidad, consigue evitar un robo en un banco, y a partir de entonces empieza a recibir unas cartas de juego que contienen mensajes cifrados.
Guiándose por su instinto e inteligencia, Ed va descubriendo que las cartas le llevan a cumplir con la misión de devolver el bienestar a quien, por una u otra razón, lo ha perdido. Empieza por ayudar a completos desconocidos –una esposa maltratada por su marido, una anciana que quiere seguir amando al marido que perdió hace muchos años, un cura que busca público para sus sermones, una familia de inmigrantes que quiere celebrar la Navidad y no dispone de dinero para hacerlo… –pero poco a poco su misión le llevará a acercarse a sus amigos, a conocerlos a fondo, a descubrir que en el ánimo de esos chicos que se esconden detrás de una lata de cerveza hay secretos y deseos que él no conocía, y que incluso es posible comprender el miedo al amor que muestra la mujer de sus sueños.
Cartas cruzadas pone de manifiesto que el cariño, la amistad e incluso la idea de Dios no son «nombres» sino «verbos»: es actuando como descubrimos la verdadera esencia de estos sentimientos.

Cartas cruzadas (fragmento)

El atraco


El hombre de la pistola es un inútil.
Yo lo sé.
Él lo sabe.
Hasta Marvin, mi mejor amigo, lo sabe, y eso que él es más inútil aún que el hombre de la pistola.
Lo peor de todo es que el coche de Marv está aparcado justo enfrente, en una zona de estacionamiento de quince minutos. Estamos todos tumbados en el suelo, boca abajo, y al coche solo le quedan unos minutos.
—Podría darse un poco de prisa, el tío —farfullo.
—Lo sé —susurra Marv—. Esto es intolerable. —Su voz se eleva desde las profundidades del suelo—. Me van a poner una multa por culpa de ese inútil. No puedo permitirme otra multa, Ed.
—El coche ni siquiera lo vale.
—¿Qué?
Marv se vuelve raudamente hacia mí. Noto que se pone tenso. Se ofende. Si algo no soporta Marv es que hablen mal de su coche. Repite la pregunta.

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