domingo, 24 de septiembre de 2017

EL ÚLTIMO VERANO EN LA ISLA


Cuarta novela de El Cuarteto de Öland.

Se cierra El Cuarteto de Öland, con un verano en la isla que da nombre al cuarteto.
Nuevamente Gerlof el pescador, el anciano ex-capitán de barcos nos guía por las tradiciones y nos lleva de vuelta al pasado. Los cuatro libros de Öland corresponden a las cuatro estaciones, y aquí en pleno verano el cuarteto se termina, pero su final es abierto, tan abierto como el futuro de Gerlof que con más de 80 años no ha tirado la toalla.
Interesante el Cuarteto y, sobre todo, entretenido.

Sinopsis (Ed. Reservoir Books)El verano se presenta tranquilo y placentero en la isla sueca de Öland. Sin embargo, el paisaje y las costumbres han cambiado: hace años era un lugar familiar y modesto, donde muchos veraneaban en el camping regentado por el bueno de John, pero ahora parece que los turistas prefieren el lujoso balneario de la familia Kloss.
El viejo y entrañable Gerlof pasa el verano allí, cuidando de sus nietos, cuando empiezan a producirse una serie de terribles incidentes que, una vez más, le obligarán a tomar medidas drásticas.
«En el mar Báltico está la inhóspita isla de Öland, donde el clima es tan frío que en invierno varios de sus pueblos quedan desiertos, y donde la nieve y el viento pueden matar al paseante convirtiéndolo de repente en un témpano de hielo. Allí iba, todos los veranos y todos los invierno, un niño con sus abuelos. Al crecer, el niño se convirtió en escritor y quiso que sus novelas de crímenes se desarrollaran en el mágico escenario de su infancia. Ese niño se llamaba Johan Theorin, y sus novelas se han convertido en superventas internacionales, y le hacen sumarse al grupo de los llamados sucesores de Larsson.»

El último verano en la isla (fragmento)

VERANO DE 1930
Gerlof Davidsson acabó los seis cursos de la escuela básica a los catorce años, y se hizo a la mar como grumete dos años después. Entretanto, cuando no ayudaba a la familia en la pequeña granja, trabajó en Öland. Algunos empleos fueron buenos, otros peores. El único que acabó mal fue el de sepulturero en el cementerio de Marnäs.
Durante toda su vida Gerlof recordaría el último día de trabajo, cuando enterraron dos veces seguidas a Edvard Kloss, el terrateniente. Ya de mayor Gerlof seguiría sin hallar una explicación sobre qué había pasado.
Le gustaban las historias de fantasmas, pero nunca las había considerado ciertas. No creía en la venganza desde el otro lado de la tumba. Y Gerlof apenas asociaba palabras como «fantasma» o «espectro» con oscuridad y desgracia.
Y menos con el verano y el sol.
Era un domingo a mediados de junio y Gerlof tomó prestada la bicicleta grande de su padre para ir a la iglesia. Ahora podía manejarla, el último año había crecido mucho y ya había alcanzado a su padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario