viernes, 18 de agosto de 2017

UN MAR OSCURO


Decimoctava entrega de la serie protagonizada por William Monk y Hester Latterly.

Tengo una debilidad especial por Anne Perry, sus novelas de crimen victoriano me encantan, aun a pesar de que, en ocasiones, se repitan más que "las sopas de ajo".  Tienen un toque "histórico" perfectamente novelado que te incita a repasar episodios de la historia que, quizás, de otro modo no se te hubiese ocurrido consultar. Me encanta lo documentada (sin empachos) que está la ambientación, la moda, las costumbres, la educación; en fin, cada episodio es un paseo muy instructivo por la época victoriana, completado por un crimen o varios que nuestros protagonistas siempre acaban por resolver.
Esta entrega de la serie protagonizada por Monk y Hester Latterly, tiene como fondo las guerras del opio y la aprobación de la Ley de Farmacia británica, en una sociedad profundamente injusta que trata de buscar justicia desesperadamente.
Me ha gustado¡

Un mar oscuro (fragmento)

1
El sol ascendía despacio sobre el río, salpicando de luz roja la superficie del agua. Las gotas que se desprendían de los remos de Monk brillaban unos instantes como si fuesen de vino o de sangre. En el otro banco, más o menos a un metro de él, Orme empujaba hacia delante, bogando con todo su peso para contrarrestar la resistencia que la corriente oponía al avance. Acostumbrados como estaban a trabajar en equipo, remaban en perfecta sincronía. Corría el mes de diciembre de 1867, hacía casi dos años que Monk había tomado el mando de la Policía Fluvial del Támesis en la comisaría de Wapping.
Aquel hecho suponía una pequeña victoria para él. Orme llevaba toda su vida profesional en la Policía Fluvial. Monk había tenido que adaptarse tras haber trabajado en la Policía Metropolitana primero y como detective privado después.
La serenidad de aquel momento de íntima satisfacción la rompió un grito, un chillido tan penetrante que se oyó por encima del crujido de los escálamos y del ruido de la estela de una hilera de gabarras al romper contra la orilla. Monk y Orme se volvieron al unísono hacia el embarcadero de Limehouse, en la ribera norte, a poco más de veinte metros de distancia.
Oyeron el grito otra vez, estridente, de terror, y de pronto vieron una figura negra sobre el umbrío telón de fondo que dibujaban los cobertizos y almacenes del muelle. Alguien con un abrigo largo agitaba los brazos mientras iba de un lado a otro a trompicones; imposible distinguir si era hombre o mujer.
Echando un vistazo por encima del hombro hacia Monk, Orme dio una palada que giró la barca hacia la orilla.
La figura se movió más nerviosa al ver que se aproximaban. Las nubes bajas se abrieron y el sol comenzó a alumbrar la escena con más nitidez. La figura resultó ser una mujer con falda larga. Seguía agitando los brazos y gritándoles desde el muelle, pero el terror volvía ininteligibles sus palabras.
La barca alcanzó la escalinata con un golpe y Orme la amarró.

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