miércoles, 16 de agosto de 2017

CABEZA DE PERRO


RESEÑADO POR RICARDO CORTAT para LIBROS
30 de enero de 2013
"Cabeza de Perro" de Morten Ramsland. Ed. Salamandra.
No me gustan los libros de sagas. Eso de tener que seguirle la pista a todo un rosario de nombres durante generaciones me cansa.
Pero claro, hace falta que diga, que no... para que llegue uno, y sea que sí.
Las aventuras de esta loca familia de noruegos que arranca en las heladas llanuras alemanas durante la II GM y acaba en... Si queréis saberlo os lo leéis.
Vale la pena sentarse a disfrutar de/con las vicisitudes de Cabezamanzana, Colmillo, la Pelma, Cabeza de Perro y el resto de su disparatada familia.

Y por si el verbo fácil de Cortat no os ha seducido, aquí va un fragmento de la novela:

Cabeza de Perro (fragmento)

" En realidad, no fue el sueño del herrero de ir a Groenlandia lo que separó a la joven pareja unas semanas antes de que Marianne cumpliera dieciséis años. No; fue la historia de siempre, que empezaba a cansar a todos los miembros de la familia: «Malditos ingenieros, no tienen ni puta idea de la realidad.» Que lo acusaran de no saber nada de la realidad era probablemente la peor ofensa que podía hacerse a Askild. En su vejez, le encantaba decir sobre sí mismo que había visto más que la mayoría y que sabía más de la realidad de lo que el resto de la familia llegaría a conocer jamás.
—Pero ¿qué has visto en la realidad, abuelo? —preguntábamos Stinne y yo, quitándonos la palabra de la boca, tras lo cual el abuelo nos dirigía una mirada avinagrada y respondía:
—La realidad no es apta para niños.
Y en eso tenía razón, evidentemente. La realidad no es apta para los niños, la vida no es apta para los sensibles o impresionables. Impulsado por esa misma filosofía del final de su vida, a principios de los años setenta empezó a encerrarme en el armario pero, porque me asustaba la oscuridad.
—Espera a que tengas que salir al mundo de verdad —me decía después—. A la oscuridad se le tiene miedo sólo cuando no hay cosas más reales que temer. En aquella época mamá cursaba sus estudios, papá desaparecía todas las mañanas en su Mercedes negro y no volvía hasta mucho después de anochecer, por eso nos cuidaban los abuelos; hasta que un día Stinne proclamó que era suficientemente mayor para cuidar de nosotros dos, y que además conocía otro remedio contra el miedo a la oscuridad: la luz.
Curar el miedo a la oscuridad con luz es una solución excelente. Las sombras se mantienen en jaque por el brillo de las bombillas, y con el tiempo uno puede tener la suerte de o bien olvidar cómo son, o bien acostumbrarse a la luz constante. En cuanto a mí, con el tiempo me acostumbré a dejar las bombillas siempre encendidas. Incluso en Ámsterdam, de vez en cuando me sentía tentado de mantener una luz encendida por la noche, aunque era más por costumbre que por miedo. Pero en aquella época, cuando el temor a la oscuridad era más intenso, papá mostraba otra actitud. "

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