martes, 16 de agosto de 2016

LAS VOCES BAJAS-----AS VOCES BAIXAS


Yo no sé, si aquellos que no compraron el pan en la tienda de Asunción; no fueron con sus padres, y luego con sus amigos, a tomar vinos al Dos Ciudades;  los que no conocieron el río Monelos y el barrio de Monte Alto o la república independiente de Castro de Elviña, tal como eran, sabrán encontrar lo que yo he hallado en esta maravillosa novela, no lo sé, pero creo que si...¡ 
Creo que encontrarán su infancia, su juventud, a sus padres y sus abuelos, a sus hermanos y hermanas, su vida entera en, apenas, 140 paginas poéticas y duras, irónicas y serias, de risas y llanto, de aventuras, de libros, de radio y fútbol, de amor, de mucho amor¡¡¡ 
As voces baixas (Las voces bajas), las hemos oído y todavía resuenan en nuestra memoria, bajas y secretas, como la propia vida. 
La he leído en gallego y en castellano, a todo el que pueda y quiera le recomiendo el gallego, un idioma hermoso que en la pluma de Manolo Rivas es, sencillamente, sublime. 
Querida amiga Calipso Breogan, tienes que leerla inmediatamente, en ella estamos tu y yo aunque nuestros nombres no se mencionen, ahí estamos tod@s¡

Por si mi presentación no ha sido lo suficientemente convincente, un fragmento (dos fragmentos) para convencer a los descreídos y a los que nunca hayan leído a Manuel Rivas.

1. El primer miedo

Estábamos solos, María y yo, abrazados en el cuarto de baño. Fugitivos del terror, nos escondimos en aquella cámara oscura. Los días de tempestad se podía oír allí el bramar marino. Lo de hoy era el refunfuñar oxidado, asmático, de la cisterna. Por fin, oímos su voz. Llamaba por nosotros. Primero con desasosiego. Luego, con creciente angustia. Deberíamos responder. Dar señal de vida. Pero ella se anticipaba. Oímos su jadeo, el atropello de sus pasos, como el olfatear excitado de quien encuentra el rastro. María abrió el pasador. Ella empujó la puerta, arrastrando la luz, todavía con la tormenta en los ojos. Su miedo era el de quien llega a casa y no encuentra a los hijos que dejó tranquilos y jugando. Nuestro miedo era todavía más primitivo: era el primer miedo. (Página 9) Versión en castellano


Capítulo II
Sentado na maleta do emigrante

Durante un ano, o meu asento no estrano parvulario foi unha maleta. Era como estar sentado na Estación Marítima ou en Aduanas.
Despois do primeiro medo, o do ataque dos cabezudos, miña nai decidiú que non podíamos ficar sós tanto tempo a miña irmá María e mais eu, mentres ela facía a súa ruta de leiteira. Ás veces coidaba de nos a miña madriña Amelia, que vivia no andar veciño. Pepe Couceiro, meu padriño,  era un apaixonado da mecánica e do progreso científico. Durante un tempo centrou o seu enxeño nos motores de explosión. Foi quén de construir un automobil bipraza a partir da estrutura dunha motocicleta. A súa intención era percorrer con aquela especie de cápsula as estradas galegas e mesmo ir mais aló dos Pireneos, a Europa. Tiña unha frase enigmática. Nos países avanzados, "todo o campo é paisaxe". E ollaba o horizonte próximo con fatalidade científica, coa magóa de que o país galego non se redimiría endexamais  nin un centímetro. (Páxina 19) Versión en galego